Prisión de máxima seguridad Selenium, planeta Nervae.
Descripción del planeta: situado en el
decimoquinto cuadrante de la galaxia Andrómeda, alejado de cualquier estrella.
Frío, yermo, inhóspito, casi inhabitado. A varios cientos de años luz de
cualquier cuerpo celeste con vida inteligente. Temperatura media: -140º
diurnos, -460º nocturnos. Existencia de media docena de razas animales adaptadas
al hábitat gélido.
Descripción de la prisión: Inexpugnable. Las
frías condiciones exteriores imposibilitan la huida, puesto que solo dentro del
recinto existe la temperatura necesaria para la vida humana. Muros de aquirta,
que impiden el uso de cosmos. Número
de reclusos: 103.
Ahora, 104.
Se quedó parada en media la enorme sala, intentando
ubicarse en aquel lugar desconocido, pero no tenía ningún referente. Estaba
asustada, pero eso era una constante en su vida. Durante los veinte años que
habían pasado desde su nacimiento, siempre había estado llena de temores; nunca
había sido la arriesgada, la impulsiva.
Y, ahora, estaba allí. En una cárcel de máxima
seguridad perdida en medio de ninguna parte, demasiado lejos para que nadie
tuviera ninguna intención de ir en su busca. Tampoco había nadie que fuera a
saberlo, con sus padres enterrados a tres metros bajo tierra y sin un compañero
al que ligar su vida. Solo le quedaba ella, por eso estaba haciendo toda
aquella locura.
Inspiró hondo y se obligó a recordar una vez más
que tenía un objetivo. No había tiempo para tumbarse en posición fetal y
dejarse llevar por el miedo. Por una vez, solo por aquella maldita vez, sería
lo suficientemente fuerte para llevar a cabo su misión.
Ya no era una niña que debía ser defendida a toda
costa. Durante su infancia, tanto sus padres como su hermana habían estado
siempre allí para protegerla, la habían mantenido alejada de cualquier peligro.
Pero luego, todos se habían ido, dejándola sola y sin ningún modo de protegerse
a sí misma.
Pero eso había sido algunos años atrás y ahora era
fuerte. Había crecido. Había aprendido a valerse sola, a defenderse de los
peligros. Y, aun así, el miedo seguía teniendo una residencia permanente entre
sus neuronas, donde había anidado sin intención de marcharse.
Recorrió con el índice el tatuaje del interior de
su muñeca derecha: una larga espada cuya empuñadura empezaba al final del dorso
de la mano y su filo se extendía, blanco inmaculado y afilado, hasta la mitad
del antebrazo. Siempre la hacía sentirse un poco más segura recorrer el dibujo,
marcado en su piel para siempre en tinta.
Avanzó un paso, intentando recobrar la compostura.
Si aquellos presos veían sus piernas tambalearse o el temblor de sus manos,
estaría muerta antes de que empezara el juego. No le darían una oportunidad; la
tomarían por una presa fácil y la machacarían.
Tienes una
misión, Eyra. Se recordó.
Inspiró una vez más y empezó a caminar en la
dirección en la que el guardia de la puerta le había señalado que estaba el
patio central. Cada paso que daba le daba más fuerzas, porque sentía como la
acercaba un poquitín más a su objetivo. Y cuántas ganas tenía de encontrarlo.
Una pareja pasó a su lado, haciendo que se le
pusiera la piel de gallina. El hombre era alto, con el pelo muy corto y de un
color rubio pajizo. Tenía un horrible rictus de desprecio en los labios y una
mirada gélida. Sus músculos se marcaban contra una chaqueta roída por el
tiempo, de manera amenazadora. La mujer era un poco más pequeña, pero tenía una
mirada que consistía un peligro en sí misma. Tenía una fea cicatriz en una
mejilla de hacía tiempo, que parecía gritarle a cualquier que la mirara las
represalias que había sufrido la que se la hubiera producido.
Al verlos pasar a su lado, recordó donde estaba. La
mujer la empujó, casi accidentalmente, con el hombro al pasar. Cuando ella se
alejó, le lanzó una fría mirada burlona, antes de seguir detrás del hombre. Vestía
unos pantalones ajustados negros y una camiseta con mucho escote y muy
manchada, de grasa, suciedad y unas gotas rojas que recordaban a sangre.
Estaba en una prisión de máxima seguridad. Las
personas que iban a parar allí no eran simplemente delincuentes, eran
considerados enemigos de toda civilización y peligrosos hasta el extremo de que
la vida de los otros presos normales permanecería en riesgo mientras ellos
estuvieran cerca. Perdían el control con facilidad y, la mayoría, no dudaba en
matar. Por eso habían acabado en el planeta Nervae, congelándose el culo en
aquella prisión inexpugnable. Para que no pudieran escapar y volverían a
ocasionar tanto daño como habían hecho en el pasado. Asesinatos múltiples,
terrorismo. Al menos un ochenta por ciento debían de ser psicópatas sin
sentimiento de culpa.
Se obligó a seguir avanzando. Un pie tras otro, con
la vista clavada en el suelo para no ver el aspecto de los individuos con los
que se cruzaba en el pasillo, poniéndola una enorme veda al miedo. No podía
dejarse llevar por él. Ahora, sería una luchadora.
Finalmente, llegó al patio. Era lo suficiente
grande para que cupieran allí todos los habitantes del planeta, pero claro,
teniendo en cuenta que en aquel planeta congelado apenas había vida, no eran
demasiados. Aparte de algunas especies que se habían adaptado a las terribles
temperaturas bajo cero del exterior, en el cuerpo celeste solo estaba la
cárcel, con sus 104 presos y una veintena de guardias bien armados.
El patio tenía cabida para muchos más presos. Debía
medir unos tres kilómetros cuadrados, con distintas zonas de bancos y un campo
deportivo para que los presos pudieran practicar deportes de equipo, aunque en
aquel lugar no abundaba la gente que cooperaba en grupo para ganar. La ley que
se aplicaba era la de la supervivencia del más fuerte. Y más te valía no
encontrarte en su camino.
Eran considerados desechos humanos, poco más que
alimañas sin sentimientos, y por eso la sociedad no tenía ningún reparo en
meterlos allí y abandonarlos a su suerte. No merecían compasión. Los guardias
apenas se preocupaban por alimentarlos tres veces al día. De la limpieza, se
encargaba cada cual. O no había ninguna.
Nadie detenía las peleas, que normalmente eran
muerte. Eyra había escuchado los rumores antes de entrar, que le habían
producido un enorme pánico. Cuando dos presos se enfrentaban, solo había un
posible desenlace: la muerte de uno de ellos. Nadie los paraba, todos esperaban
apostando sobre quién ganaría. Luego, los propis reclusos debían encargarse de
limpiar la sangre y los restos humanos del suelo, porque los guardias solo se
ocupaban de llevarse el cadáver fuera de la prisión.
Según había oído (aunque prefería pensar que no era
cierto), los guardias se limitaban a dejar el cuerpo fuera de la cárcel, para
que los escasos depredadores del exterior eliminaron el cuerpo.
Miró a su alrededor en el patio. Había pequeños
grupos desperdigados por toda la zona, con una clara separación entre cada uno,
reforzado por la patente hostilidad del ambiente. La cárcel era mixta y los
hombres y las mujeres se relacionaban sin ningún tipo de límite. Tampoco tenían
uniforme. Permanecían con la ropa con la que habías entrado o, en todo caso,
podías intercambiarla con otro preso o robársela a alguno de los que ya no volvería
a sus celdas tras una pelea. O un suicidio, lo que también ocurría bastante a
menudo.
Por eso, el número de presos no solía superar los
150, aunque la prisión tuviera una cabida mucho mayor. Los depredadores que
habitaban dentro de los muros eran mucho peores que los de fuera, que eran
capaces de sobrevivir al gélido entorno.
Buscó un sitio alejado de todos, para poder
permanecer invisible a los ojos de los demás. Era su modo elegido para sobrevivir:
que nadie la viera. Así, nadie tendría razones para hacerle daño. Aunque
sospechaba que aquello no iba a ser suficiente, porque presentía la mirada de
varias personas con aspecto nada agradable siguiéndola, casi todos hombres.
Maldijo su físico. En aquel instante, hubiera deseado ser horrenda, gorda y
estar llena de feas cicatrices. Quizá ser coja. Pero no. Ella tenía una larga
melena rubia dorada, que se había recogido en una trenza. Piel pálida, de marfil;
unos ojos verdes luminosos, labios carnosos, un metro setenta y tres de buenas
curvas.
Hasta ese momento, le había agradado su físico.
Ahora, desearía que no atrajera la atención masculina de aquellos presos, que
tenían pinta de bestias buscando una nueva presa.
Se sentó en un banco, apoyado en una pared.
Recorrió el patio con la mirada, intentando encontrar su objetivo entre la
multitud, un rostro conocido.
No había demasiados presos en ese momento, quizá unos
50 o 60. Y no estaba allí, sin lugar a dudas.
-
Eres nueva, ¿verdad? – la sorprendió una voz
femenina de pronto.
Se giró, poniéndose alerta sobre la marcha. Tensó
el cuerpo y se preparó para defenderse, pero la persona que le había hablado no
parecía querer hacerle daño. Simplemente, la miraba curiosa, con una leve
sonrisa en los labios. Parecía una chica agradable. Rozaba la treintena y
vestía un vestido verde que había sido bonito en el pasado.
Lentamente, Eyra se relajó. Pero entonces volvió a
recordar por enésima vez. Seguía dentro de los muros de una prisión de máxima
seguridad. Allí, ningún recoveco era seguro, ninguna persona era digna de
confianza. Si estaban encerrados en Selenium, eran capaces de hacer daño sin
titubear. No te fíes de las apariencias.
-
Sí – respondió, volviendo a su anterior recelo.
Sonrió un poco, intentando aparentar simpatía.
-
Lo suponía, porque estás en mi sitio. – La presa
enarcó una ceja y señaló el banco.
Eyra se levantó de un salto. Se alejó de su
asiento, sin darle nunca la espalda a su interlocutora.
-
Perdona, no lo sabía. – Lo dijo en voz baja,
intentado aparentar tranquilidad. Si veía miedo en ella, se aprovecharía de él.
-
No pasa nada, no me molesta en realidad. – La presa
se encogió de hombros y se sentó donde ella había estado. Le hizo un gesto para
tomara asiento a su lado. Eyra lo hizo sin quitarle el ojo de encima. – Me llamo
Sophie.
-
Yo soy Eyra.
Sophie asintió, pero no pronunció ninguna frase de
cortesía. Nada de “encantada de conocerte” o de estrecharle la mano. Eyra
tampoco lo esperaba. No buscaba una amistad en aquel lugar, no la deseaba.
Sus ojos captaron el movimiento de una melena negra
en ese momento. Alguien estaba entrando en el patio; una mujer. Apareció por
uno de los pasillos laterales y se dirigió directamente a un banco vacío,
bastante solitario. Llevaba un grueso libro en su mano derecha.
-
¿Quién es esa? – le preguntó a Ilium. La siguió
con la mirada; el movimiento de su cabella oscuro como una noche sin luna. La
piel pálida, una altura muy similar a la suya.
Ilium miró hacia la figura que señaló con la
cabeza. Entonces, frunció el ceño y sus facciones mostraron una mezcla de miedo
y respeto.
-
Abyss.
-
¿No tiene ningún grupo? – no pudo ocultar su
curiosidad. Era la única, aparte de ellas dos, que no iba rodeado de acólitos.
-
No. – Ilium hizo una mueca extraña. – No es muy
sociable.
-
¿Qué quieres decir?
-
Bueno… Abyss es… No sé, aterradora. – Un escalofrío
la recorrió. – Puede parecer una persona completamente normal, pero hay muchos
aquí que también lo parecen. Y suelen ser los peores psicópatas. Ella… Ella es
de los más peligrosos.
-
¿Sola? – la incredulidad quedó patente en la
forma en la que pronunció Eyra aquella única palabra.
-
Aunque parezca increíble, sí. – Ilium entrecerró
los ojos. – Todos aquellos que se han enfrentado a ella, han intentado robarle
o hacerle daño… amanecen muertos en su celda a la mañana siguiente, con un
herida de arma blanca en el corazón. Como si alguien los hubiera atravesado de
parte a parte con una enorme espalda muy afilado. – Ilium la miró, enarcando
ambas cejas. – Pero aquí no se puede entrar espadas. Y los muros impiden el uso
de cosmos.
-
Es… bastante extraño, ¿no?
La presa asintió. Empezó a jugar con el borde de su
vestido, en una parte donde se estaba deshilachando.
-
Nadie sabe cómo lo hace. Pero, si hay algo que
está claro, es que no hay que buscarse problemas con Abyss o no volverás a
despertarte por la mañana.
Eyra permaneció un rato pensativa, mirando hacia
donde estaba la temida reclusa. Abyss. Sentada sola, leía su libro,
completamente abstraída de la realidad a su alrededor.
Lentamente, Eyra sonrió, a la vez que se levantaba
de su asiento. Se alejó del bando, andando con paso seguro y firme, como hacía
mucho tiempo que no caminaba, hacia la solitaria chica.
-
¿Qué coño estás haciendo? – oyó la voz de Ilium
a su espalda, con un tinte espeso de terror.
No le contestó. No tenía necesidad de ser educada
ni de rendirle cuentas a nadie. Sintió, mientras más se acercaba, que todo el
mundo la observaba. Cada uno de sus movimientos era seguido por los ojos de los
reclusos, mientras el silencio se instalaba en la sala. Avanzó sin detenerse o
frenar el paso. Sin miedo, aunque solo fuera por unos pocos segundos.
Se quedó parada a su lado. Ella no levantó la vista
del libro durante un rato, pero no la interrumpió. Al fin, Abyss cerró el
grueso tomo. Inspiró profundamente, cerró los ojos, exhaló. Luego, se giró
hacia ella y clavó en su rostro sus iris azules oscuros, rozando el mismo negro
de sus pupilas. Parpadeó, mientras el reconocimiento brillaba en su mirada.
Pero luego, su expresión se oscureció.
El frío de sus ojos estuvo a punto de hacer que se
tambaleara, pero se obligó a permanecer quieta. Finalmente, ella habló.
-
¿Qué se supone que estás haciendo aquí, Eyra? – rugió en voz baja, para que su conversación
quedara fuera de cualquier oído ajeno. Había tantas emociones ocultas en las
palabras que apenas fue capaz de distinguir alguna. Había un ligero miedo, pero
también alegría. Y preocupación. Un poquito de asombro.
-
Abyss. – Pronunció el nombre como si fuera una
oración. – He venido a rescatarte, hermana.
Hace mucho que no actualizo, pero es que no sé sobre qué escribir. A veces me dan ganas, pero luego, cuando lo intento, se me quedan las palabras clavadas en las muñecas y no me llegan a los dedos. No me gustan mis ideas, no me gustan mis expresiones. Soy demasiado repetitiva.
Sé que suena a excusa y lo siento. Quiero escribir, pero no me sale.
Esto es el principio de un proyecto que quizá (y solo quizá) vaya creciendo más adelante. De momento, solo tengo este boceto (que no me convence del todo). Así que NECESITO opinión. Quiero saber qué tal, qué tiene de bueno, qué le falta. Por favor.
Ya dije que Abyss me tenía enamorada. Tenía que usarlo una vez más.
Y una canción: Con las ganas. En español, lo sé. No me gusta mucho escuchar canciones en español mientras escribo, pero esta me encanta y la letra... La letra. Es encantadora.
¿Sabes qué? Sobreviviremos. ♥
.
ResponderEliminarTengo que dividir todo el comentario en varios porque no me deja ponerlo todo junto. esta es la PRIMERA PARTE:
ResponderEliminarAntes que nada debo disculparme por ser este un comentario muy largo. No te obligo a leer a partir del posdata (es, como dirías tú en lo que escribes al final de un texto, yo [tú]hablando sola), aunque, es un poco mi opinión, no sobre esta entrada, sino por todo más bien .
("Anónimo" soy yo, es que quería experimentar una cosa xD)
¿Nos vamos de vacaciones el próximo verano a Nervae? Hace fresquito allí *-* Y nos hacemos pasar por reclusos de Selenium para así no pagar hotel y eso, con esa gente tan,como decirlo...¿"encantadora?" =D
Cuando Sophie echó del banco a Eyra me recordó muchísimo a Sheldon >w<
¿Ilium y Sophie son la misma persona?
Bien, lo primero que pensé nada más terminar de leer ha sido: ostras,¡Prison Break!, lo segundo : ¿cómo rayos puede terminarlo de una manera tan enigmática?
A ver, mi opinión: lo escrito es poca cantidad como para decir con claridad lo que le falta y lo que no. Como comienzo a algo más largo es bueno, se nota que tiene muchas cosas que contar,misterios que saldrán a la luz y tendrán que resolverse, el plan y acción de la huída,el juego y todo eso.Vamos, lo que es desarrollar. Lo que sí es que voy a olvidar lo que me contaste el día que fuimos a la playa así que a partir de ahora será como si fuera totalmente nuevo para mi. Lo que creo que puede dejar un poco confuso es la parte en la que pasas de Sophie a Ilium,al menos yo me quede cojeando un poco. Y tampoco metería a demasiados personajes, no sé, los justos, porque luego puede ser complicado a la hora de, tu misma, escribir
SEGUNDA PARTE:
ResponderEliminarPD. por tu bien y por mi salud haré como si hoy no hubieras puesto canción.
A mí me encantan tus ideas,tus expresiones, y no eres nada repetitiva.Me gustan tus personajes, el sentimiento que les pones a todo,cada una de las palabras,a cada uno de los gestos,costumbres y acciones de los personajes y cómo los describes, los escenarios donde ocurre la trama,me encanta cómo terminas las historias y cómo las empiezas con una aparente facilidad,cómo le das su toque dramático a casi todas y el tímido uso de la comedia en tus textos,y,sobretodo,el suspense que le das a algunos textos,ese tipo de intriga que una parte de tu cuerpo exige leer más. Lo minuciosa que eres con los detalles y cuando te sacas de la manga cosas totalmente impensables e inesperadas para los lectores (Salamandra y Thunder).Cómo los nombres de los personajes tienen mucho que ver con su forma de ser,su personalidad o incluso físico (colápsame el alma).La gran emotividad y felicidad infinita que me das al leerte .El mérito que tiene escribir sobre algún personaje que inevitablemente todo el mundo odia incluso la autora (Mandy).
Porque tienes un estilo único, coherente,emotivo,adictivo y ningún tema es tabú para ti (hasta te veo capaz de hacer la transmutación humana). Porque de repente sueltas un “joder” y no suena para nada basto, suena natural y encantador, espontáneo, haciendo que la obra que escribas no se haga muy robotizada o algo así,es que no me sale la palabra ahora.
Y porque espero que nunca te pase lo mismo que al escritor de la saga Daybreak de Fairy Tail. Que aunque yo te diga que escribas, mándame a la mierda y escribas cuando te de la gana,cuando estés inspirada y necesites desahogarte,cuando realmente tus dedos te lo pidan, como si no escribes en un mes (no lo hagas nunca D=).Realmente no quiero que te veas,de un modo u otro, obligada a escribir.
Además, realmente admiro tu capacidad de almacenar las ideas que tienes a pesar de que algunas se pierdan y las ideas que tienes sobre los personajes.
Tampoco comprendo como lo haces, pero de lo que escribes y leo no hay nada que me haya aburrido y mi cuerpo haya pedido saltarme, cosa que me suele pasar con cualquier cosa.
Y, sobretodo, cómo me das,a través de tus textos, una capacidad infinita de soñar,de desear y de creer de que impossible is nothing (¿te suena?) .Me gusta todo,así que no te perdonaré que digas "Quizá esperabas una gran cosa... siento si te desilusiona D:", ¿está claro? Porque,por todo lo que he dicho, y aunque no lea el futuro,sé que no me desilusionarás. Porque sé que con cualquier cosa tuya que lea, aunque sea una simple palabra escrita con bolígrafo azul durante una asignatura aburrida en tu muñeca, una frase en tu agenda o una hoja arrancada de una libreta con partes de canciones, títulos de entradas o un simple dibujito de una tortuga (Ton-chan ♥ *choco los puños con una Desirée imaginaria*) o una estrella fugaz, etc, me darás lo que un anime,libro,manga, película o incluso canción difícilmente conseguirá (V de vendetta,Angel beats,algún anime más, Bulletproof heart y alguna otra cosa más no cuentan).
Espero que quede todo claro porque no se si me he explicado todo lo bien que quería.