21 enero, 2012

¿Vienes? / Dakota.

  Me despertó el ruido de un cristal al chocar contra otro, ese sonido tan característico que consiguió sacarme del sueño. O quizá fue que percibí que ella se había escapado de mis brazos, no lo sé.
  La busqué con la mirada, pero no estaba en mi habitación. El despertador marcaba las tres y media y, por alguna razón, empezaba a acostumbrarme a despertarme sin Dakota a mi lado en la cama. No me gustaba, prefería el calor de su cuerpo desnudo contra el mío en las madrugadas.
  Salí del dormitorio en su busca, sin preocuparme de vestirme.
  Encontré a Dakota perdida en la cocina, rebuscando entre los armarios y con un vaso de agua reposando en la barra. Llevaba puesta mi camisa, sin nada debajo, y le cubría justo hasta donde terminaba su trasero, dejando sus largas piernas bronceadas a la vista. No recordaba que la visión de ninguna mujer en mi cocina antes me hubiera parecido tan sensual como sus curvas marcándose contra mi camisa, que le quedaba demasiado grande.
  -    ¿Se puede saber qué estas haciendo? – le pregunté con una sonrisa, apoyándome en la barra y bebiendo un poco de su vaso de agua.
  No pude evitar reírme al verla dar un brinco por el sobresalto de oír mi voz mientras trasteaba en mi cocina, como un niño al que hubieran pillado en medio de una travesura. Se giró, enarcando una ceja en un gesto de protesta.
  -    ¿Quieres provocarme un infarto? No se asusta a la gente así a las tres de la madrugada. – Se quejó. Se acercó hasta mí, por el otro lado de la barra, y me arrebató el vaso para beber un sorbo.
  -    La cuestión es qué haces curioseando en mi cocina.
  -    No podía dormir. – Puso los ojos en blanco. – Insomnio, a veces peor que un cáncer.
  -    ¿Te sucede a menudo?
  Me sorprendió descubrir aquel pequeño detalle de ella e imaginarla por las noches despierta en su cama, observando con aburrimiento el techo.
  -    Tomo unas pastillas para evitarlo, pero las he olvidado. Y, además, siempre me cuesta más cuanto estoy fuera de… mi cama – esbozó una sonrisa pícara.
  -    Quizá deberías volver a la cama para ver si consigo… ayudarte a dormir. – Me acerqué a ella, hasta que nuestras caras quedaron a apenas unos centímetros.
  -    ¿Vas a cansarme hasta que quede en coma por agotamiento?
  Aspiré hondo su aliento, ese aroma que me encantaba, femenino, ligeramente floral y de su champú de limón. Saboreé la cadencia de su voz mientras su proposición revolucionaba todas las hormonas de mi cuerpo.
  -    Ese era mi plan maestro – acerté a contestar. Luego, sin poderme contener, apresé sus labios con los míos.
  Alargué el beso todo lo posible, pero al final ella emitió una risa suave y se separó de mí.
  -    Deja que me termine el agua y soy toda tuya. – Me estaba haciendo sufrir, lo sabía, y me encanta. Adoraba la forma en la que jugaba conmigo, porque convertía mis rutinas en explosiones de color.
  -    De acuerdo. Mientras, cuéntame, ¿desde cuándo tienes insomnio?
  Mi intención había sido sacar un tema anodino, algo sobre lo que conversar a las tres de la madrugada de un viernes por la noche, pero no me esperaba que ella apartara la vista, que apretara la mandíbula y tensara los nudillos. Su reacción me puso sobre aviso del terreno pantanoso en el que me había adentrado.
  -    Bastante.
  -    ¿Quieres hablar sobre ello? – le acaricié la mejilla con cuidado, de arriba abajo, como había descubierto que le gustaba.
  -    No es agradable.
  -    No me importa – sonreí, para darle confianza. Ella inspiró hondo.
  -    Empezó el día en el que perdí a mi primer paciente en la mesa de operaciones. – Soltó de golpe, como si diciéndolo rápido le doliera menos.  Me mantuve en silencio. – El 25 de octubre de hace dos años. Acababa de terminar la interinidad y empezaba la residencia. No era mi primera operación en solitario, pero fue la primera que salió mal.
  Se obligó a beber agua para originar una pausa que me permitiera procesar toda aquella información. Carraspeó y continuó.
  -    Aquella noche, tumbada en mi cama, no pude conciliar el sueño. Solo pensaba en que había sido error mío, de algún modo; que había fallado durante la operación en algo y había matado a mi paciente. La culpa me desgarraba por dentro. Acabé yendo durante un tiempo a un psicólogo del hospital, que me hizo darme cuenta de que no era mi culpa. De que no siempre puedo salvar a todos mis pacientes, que algunos no tienen cura, por muy duro que sea. Lo acepté y me propuse, al menos, salvar más vidas con mis operaciones que las muertes que sucedieran.
  Me sonrío, mientras dejaba el vaso de agua vacío en el fregadero.
  -    Lo llevo a rajatabla. Pero el insomnio no se ha ido desde ese entonces. Los pensamientos empiezan a zumbar en el cerebro cuando intento dormir y necesito las pastillas. Pero bueno, son gajes del oficio. – Se encogió de hombros.
  -    Nunca me había planteando lo difícil que debe ser médico – dije a media voz, comprendiendo al fin su dolor. El porqué de su humor esa tarde en el ascensor. La compasión pintada en los rostros de los compañeros a los que saludaba. Y su frustración.
  -    Eh – susurró ella, entrelazando sus dedos con mechones de mi cabello. – Fue mi decisión y no me arrepiento. Me encanta la neurocirugía. Y, ahora, ¿qué tal si volvemos a la cama? – Me besó, lo que aligeró un poco el nudo que se había formado en mi estómago tras sus palabras.
  Ella se adelantó rumbo al dormitorio. Me quedé unos segundos mirándola, vestida solo con mi camisa y con el cabello suelto y enredado. Pensé en lo fuerte que era. En el sonido de su risa. En ella agarrada a mi cintura con fuerza en la moto. En lo mucho que me gustaba.
  -    ¿Vienes o qué? – me preguntó, girándose con esa sonrisa pícara que me enloquecía.
  Y no lo dudé ni un segundo más.

  No me gusta demasiado, pero quería subir algo, porque dudo que esta semana tenga tiempo de subir nada más. Dakota y Mark de nuevo. Como ya llevo cuatro entradas suyas (¡que se dice pronto!) he decidido abrirles un pequeño huequito en el blog.
  ¡¡Pero hay cambios!! Ahora, las historias "largas" están en una columna a la derecha. La primera es la de Arizia y Vic, que la he cambiado de sitio. Exactamente igual, pero en el lado contrario, para que la de Dakota y Mark (que se llama Midnight love y está justo debajo de la otra) no esté sola.
  Por lo demás, no hay muchos cambios, aunque ahora debajo de la imagen hay un pequeño texto. ¿Está bien así el diseño del blog o mejor como antes?
  Como siempre, agradezco muchísimo que lo leas y, si además me dejas un comentario, me sacarás una sonrisa. No lo dudes ni un segundo más.

2 comentarios:

  1. Me gusta mucho como lo has dejado, más ordenado :D
    Y bueno, este capítulo no está tan mal, desvela algo más sobre Dakota, me busta.

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  2. ¿Seguuuura? D: No sé, a mi no me hace mucha gracia :/ Pero lo dejaré por ti :D
    Respecto al blog, seh, porque lo de Dakota ya era larguito y apenas sabía yo misma cuales eran de ella :/

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