15 enero, 2012

Exhalar con un último suspiro la vida a través de una bocanada de dióxido de carbono. (V)

  Aunque el invierno ya se había empezado a retirar de las calles y del clima, aun se podían apreciar ciertas características suyas a través de la ventana. Por ejemplo, la incesante lluvia que limpiaba la perenne contaminación urbana y decoraba las calles con la variedad de colores de los paraguas de los viandantes.
  Lluvia estaba sentada entre mis piernas, porque le había prohibido terminantemente que volviera  a encaramarse al alféizar de la ventana si no quería matarme de un infarto. Ella solo había aceptado quedarse tras el cristal de la ventana si la dejaba acurrucarse entre mis brazos y recostarse en mi pecho. De vez en cuando emitía un sordo ronroneo, que me recordaba a un gato. Un precioso felino que había recogido de las calles y domesticado, pero que seguía perteneciendo a la inmensidad de las afueras de mi piso.
  La apreté con fuerza y deposité un beso entre sus cabellos, mientras inspiraba el suave aroma de su pelo, que siempre me trastornaba. Pude ver su sonrisa reflejada en el cristal y a una de sus manos jugueteando con un mechón de su cabellera castaña. Ambos observábamos las lágrimas que lloraban las nubes y que le daban a mi pequeño gato callejero su nombre en aquellos días del año.
  -    Vic – me llamó ella en voz baja, como hacía siempre que quería confesarme uno de sus oscuros pensamientos.
  Al principio me había aterrado cuando me contaba cómo funcionaban los mecanismos internos de su cerebro. Ella tendía a la auto-destrucción, a la impulsividad, a la demencia. La vez que me contó que se solía hacer cortes para no olvidarse de lo que se sentía al sufrir estuve a punto de llevarla a un psiquiatra de urgencia.
  Pero luego me fijé en sus ojos. Aquello siempre me devolvía la cordura. O me volvía más loco, es algo que nunca podría averiguar.
  Esa primera vez, cuando me fijé en sus iris grises tormenta, supe que mi Lluvia no necesitaba ayuda. Y que yo la amaba tal como era, con sus ideas incoherentes y sus besos de medianoche; que, cuando más la amaba, era precisamente cuando se sentaba a esperarme en el alféizar de la ventana, con la impaciencia notable en el movimiento inquieto de sus piernas, y cuando me contaba los extraños pensamientos que guardaba en pequeños huecos en las esquinas de su cerebro.
  -    Dime, Lluvia – le susurré al oído, besándole el lóbulo con cuidado.
  -    ¿Alguna vez has pensado en cómo morir? – me preguntó de repente.
  Me detuve y me alejé de ella, con la pregunta resonando en mis oídos.
  -    ¿Tú sí? – murmuré, con el corazón empezando a latir asustado.
  Asintió con la cabeza, sin dejar de observar con una ilusión infantil las gotas que se estrellaban contra el cristal y se enfrentaban en una carrera a vida o muerte resbalando por él.
  -    Siempre he pensado que, llegado el momento, me suicidaría.
  -    ¿Qué… qué estás diciendo, pequeña? – no pude contener el dolor de mi voz, no esa vez.
  -    La idea de ser yo quien pusiera fin a mi existencia siempre me ha parecido… inquietantemente fascinante. Saber cuáles serán los últimos latidos de tu corazón, escucharlos resonar en tus oídos hasta que se apagasen por completo. Contar las respiraciones para, finalmente, exhalar con un suspiro la vida a través de una bocanada de dióxido de carbono. Ser el director de orquesta que dirige los últimos compases de la gran obra maestra con la que terminar el espectáculo y dejar al público mudo de asombro.
  >> Además, parecía que si era yo quien decidía reunirme con ella, tenía menos miedo a la muerte que si el corazón me fallaba de pronto un día cualquier en el que estuviera andando por la calle. Sé que sonará a locura, pero me parece una idea espléndida. Claro, que no lo haría ahora. Tendría que ser en el momento justo, cuando hubiera tenido y perdido las razones que me mantienen anclada a un cuerpo viviente.
  >> Últimamente he vuelto a pensar en ello, ¿sabes? En mi muerte. Y he descubierto que sigo queriendo ser yo, y no el destino, quien decida cuando debe suceder, pero la cuestión es que, a diferencia de antes, ahora estoy más que dispuesta a retrasar el momento. No quiero que llegue, porque desaparecer de este mundo sería dejar de estar a tu lado. Y eso sería peor que morir, sería destruir mi alma en el proceso. Por eso, voy a seguir viviendo todo el tiempo que estés a mi lado, Vic, cueste lo que cueste.
  La estreché más fuerte contra mi pecho y cerré los ojos, con su pelo haciéndome cosquillas en las mejillas. Aquella era su forma de expresar sus sentimientos, de decirme que me quería, porque Lluvia no sabía (más bien, era incapaz) de expresarse con burdas palabras vacías. Ella las llenaba de significado y las impregnaba de sentimientos, aunque pudiera parecer que lo que decía y lo que realmente deseaba expresar no se ajustase.
  -    El día que tú me faltases moriría de pena. Necesito los rayos del sol en cada una de mis mañanas y las lluvias en mis tardes, para ver las gotas a través de la ventana contigo en todos mis poros, Arizia. Mis pulmones no solo necesitan oxígeno, también tu perfume es una sustancia imprescindible para llevar a cabo mis funciones vitales. -  Le susurré las palabras al oído, mientras le recorría el cuello con la nariz y los labios. Ella se rió y agarró una de mis manos contra su pecho.
  -    Vic, ¿puedo sentarme en la ventana? – me preguntó con voz tímida.
  Irremediablemente, sonreí, mientras le decía que sí. No podía negarme. Porque cuando me decía esas cosas, la amaba más de lo que la coherencia permitía.

  El texto de hoy es azul por una razón obvia. Lluvia ha vuelto, una visita esporádica por primera vez en este año. Aunque Vic la ha reparado, ella sigue siendo la demencia, los trazos dibujados por fuera del contorno del dibujo de la normalidad. 
  No quiero ser mediocre. No quiero escribir un conjunto de palabras vacías que no digan nada de verdad, que solo tengan coherencia y no expresen nada. Quiero mejorar, quiero intentar Escribir. Así que, para ello, necesito saber si voy por el buen camino. ¿Por qué no me lo cuentas en los comentarios? 

  Hoy, siendo Lluvia la protagonista de mi blog, no puedo limitarme a seguir la normalidad. Así que, en lugar de una canción, voy a escribir una cita de un libro, que me parece realmente fabulosa (es un pelín largo):
  Empezó con algo muy pequeño y que no podía parecer más inocuo, que es como empiezan la mayor parte de las catástrofes. Una mariposa mueve las alas en alguna parte y de pronto el viento cambia de dirección, y un frente cálido choca con un frente frío en la costa del África occidental y antes de que te puedas preguntarte qué está pasando, tienes un huracán que viene directamente hacia ti. Para cuando alguien se dio cuenta de que iba a haber tormenta, ya era demasiado tarde para hacer nada que no fuese asegurar las escotillas y tratar de minimizar daños...
  Y con esto marco el punto y final de la entrada de hoy. Espero que haya gustado, de verdad, y que no se haya hecho pesado ni el texto en sí ni esta parte final (que no hace falta leerla, solo soy yo hablando sobre mis gustos y cosas así). ¡Gracias, gracias, gracias!

2 comentarios:

  1. Eres eres eres, de lo que no hay...
    ¿De qué libro es?

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  2. Del que me terminé de leer anoche xD. Se llama Fiebre oscura. El primero no está mal, pero creo que solo "introduce" al siguiente, es decir, no hay mucha acción... pero creo que el segundo va a ser más de lo que nos gustan :D (espero, eso lei en internet al menos xD ya te diré mas).
    No se si tomarme lo primero como un cumplido... xD

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