Cuando el desconocido entró en la sala, atrajo
todas las miradas de la sala. O, al menos, el noventa por ciento de las
femeninas y un alto porcentaje de las masculinas cercanas a la entrada.
Mandy Thomson, rubia, alta, ojos azules y cuerpo de
modelo, fue la primera en verlo en entrar, sentada al lado de la puerta como
estaba. Arrastró la mirada por el individuo, inspeccionándolo despacio, tomando
nota de cada uno de los detalles que la atraían de aquella pieza propia de una
firma de ropa de diseño.
Llevaba una sencilla camisa negra, con un símbolo
de dos enormes alas negras en el centro, dentro de un círculo dorado. Una señal
extraña, pero ni siquiera le prestó atención. Una chaqueta de cuero se ajustaba
a su cuerpo, marcando la forma de sus bíceps y el diámetro irresistible de su
espalda. Llevaba unos vaqueros ligeramente estropeados que le sentaban como un
guante y ocultaba sus ojos tras unas gafas de sol completamente oscuras, que
impedían cualquier vistazo a sus pupilas. Pelo corto, despeinado de un modo
seductor. Parecía que cada una de las minucias de su atuendo estaba estudiada
al milímetro para potenciar esa irresistible aura que lo impregnaba.
Entonces, tras echar una mirada a la estancia,
esbozó una sonrisa traviesa que hizo que su corazón empezara a hiperventilar.
Aquel tipo parecía un cazador, buscando una presa,
y a ella no le importaba lo más mínimo serlo.
Se levantó de un salto y corrió a darle la
bienvenida a la clase, aunque estuvieran a mediados del segundo semestre. Y,
por supuesto, a ofrecerle su ayuda en todo lo posible, con un descarado
coqueteo de acompañamiento.
-
¡Hola! – saludó, dibujando la mejor de sus
sonrisas, la que conseguía que todos los chicos corrieran a intentar atraparla
entre sus redes. Debía ser la primera en cazarlo o cualquier otra zorra de la
universidad se haría con él.
Él la miró a través de las oscuras gafas y enarcó
una ceja. La sonrisa se acentuó, aunque ahora parecía ligeramente amenazante.
Algo en el interior de Mandy tembló y retrocedió un paso antes de darse cuenta
de lo que estaba haciendo, pero había sido puro instinto de supervivencia. La
respuesta de la gacela al saberse demasiado cerca del león, sentir que había caído
de lleno en la trampa. El pánico la embargó por completo y la enmudeció,
mientras se le ponía la piel de gallina.
-
Vaya, hola. – Le lanzó un vistazo, recorriendo
sus curvas con una mirada lánguida. – Bonito cuerpo, sin duda. – La miró a los ojos y ella volvió a sentir
ese miedo irracional que la impulsaba a huir. – Tienes suerte de que no tenga
hambre y de que, ahora mismo, busque a alguien mucho más interesante. – Entonces, su gesto se endureció. Mandy
pudo percibir el desprecio que le dirigía, aun sin verlo en sus pupilas; el
gesto de sus labios era suficiente. – Piérdete.
Su cuerpo reaccionó antes que su mente y, antes de
que pudiera procesar que un hombre la hubiera rechazado (un hecho insólito), se
dio la vuelta y regresó a su sitio, con el rabo entre las piernas. Algo dentro
de ella se sentía aliviado, como si acabara de escapar de una sentencia de
muerte. ¿Por qué estaba agradecida? De pronto, volvió a estar irritada. Nadie
la rechazaba, nunca. Ella era la más guapa, insuperable. ¿Había dicho que
buscaba a alguien mucho más interesante? ¡Imposible! Lo persiguió con la
mirada, furiosa, deseando saber quién coño era la persona que aquel espécimen perfecto
que ella había elegido como suyo prefería. Porque, fuera quien fuera, estaría
arruinado a partir de ese momento. Ella se encargaría.
Sinner se ajustó las gafas de sol y volvió a
recuperar su sonrisa pícara. Pobre chica confusa. Creía ser la reina del mundo
y era solo una minúscula parte sin importancia del cosmos, que se acabaría
convirtiendo una pieza del montón de la mierda de la sociedad: aburrida,
predecible. Posiblemente, se casaría con un viejo rico que le pagaría sus
caprichos a cambio de poder disfrutar de sexo con una chica veinte años menor
que él.
Contuvo una carcajada. Pobre idiota. Era escoria.
Y había tenido suerte de que él la rechazara,
aunque ella no podía imaginárselo, claro. Su amor nunca duraba más de una noche y siempre traía una buena
cantidad de dolor: empozoñaba el corazón, enloquecía los sentidos y hacía
perder (literalmente) la cordura a la receptora de los placeres. Sí, durante
una maravillosa noche disfrutaría de una lujuria sin igual, pero a la mañana
siguiente, su cuerpo y alma estarían destrozados. Él siempre se ocupaba de
ello, era el precio por recibir sus atenciones. Ellas disfrutaban, él se
alimentaba. De su belleza, de su ingenuidad, de su juventud, de todos aquellos
sueños vanos.
Pero ahora no tenía hambre, por eso Mandy se había
salvado. Tenía cosas muchísimo más importantes entre manos. Porque ahora la
estaba buscando a ella. Su sonrisa se
acentuó solo de pensarlo y cerró los ojos un solo instante saboreando de
antemano el placer del rencuentro. Aun careciendo del sentido de la vista, era
capaz de olerla. Y, aunque hubiera perdido también ese sentido, hubiera podido
seguir sintiéndola. Cada una de las células de su cuerpo reaccionaba a su
cercanía: gemían, enloquecían, explotaban de placer, se excitaban unas a otras,
se agitaban, se revolvían. La necesitaban, igual que un cocainómano necesitaba
un chute más. Era su maldito droga. Y era una droga dura, joder, de las que se
convertían en difíciles de sobrevivir cuando no las tenías continuamente en tu
sistema circulatorio.
Él ya había pasado tiempo suficiente sin verla. El
mono llevaba meses atormentándolo y… finalmente, había caído en la tentación de
ir a buscarla, aunque tuviera que incumplir su promesa. Ya no era capaz de
soportarlo.
La encontró en medio del aula, rodeada de un montón
de humanos anónimos que no se merecían tenerla cerca. Tuvo que contenerse para
no acabar con la vida de todos ellos, solo por contaminar el oxígeno con su
presencia. La contempló durante un instante, antes de que ella lo mirara. Quizá
aun no lo hubiera percibido.
Su cabello negro, oscuro como un mundo sin luz, le
traía a la memoria todos los segundos en los que había enredado sus dedos en
ellos, en los que se perdió en su cuero cabelludo, al igual que si fuera el paraíso.
Para él, siempre lo había sido.
Una piel pálida que contrastaba con la intensidad
de sus ojos, de ese perenne e insólito violeta que había sido lo primero que lo
había atraída y enloquecido de ella. Y, después, la había conocido. Había
descubierto la enorme y devastadora personalidad que se escondía agazapada
detrás de todas sus mentiras, había experimentado en su propia piel una pasión
capaz de dejar pequeña la explosión de una estrella. Ella era una droga dura;
le causaba una adicción física, psicológica y emocional. Añoraba su cuerpo, sus
manos, sus labios. Su sonrisa, que le prometía mil pecados. Su voz susurrándole
al oído que, con ella, jamás necesitaría a ninguna otra. Esa era una de las
pocas veces que de sus labios, carnosos y demoledores, no había escapado una
mentira.
Se levantó las gafas para contemplarla sin ningún
tipo de filtro. Sus iris negros no necesitaban más para disfrutar que su
visión.
Se quedó parado a su lado, pero ella no levantó la
vista.
-
Hola, preciosa – pronunció finalmente.
Por fin, elevó la mirada. Sus ojos violetas se
clavaron en su rostro y se le escapó una sonrisa, aunque se obligó a
reprimirla. Él no borró la suya.
-
Me prometiste un año, Sinner. – Replicó ella,
frunciendo los labios.
-
Lo sé. Pero tú ya sabías que nunca cumplo mis
promesas. – Le acarició la mejilla con los dedos con la misma suavidad que si se
tratara de un jarrón de porcelana. – No podía seguir sobreviviendo sin ti.
-
Yo también te echaba de menos. Pero aun me
quedan dos meses para acabar la carrera. – Se colocó un mechón detrás de la
oreja.
-
No te hace falta. Nada de esto te hace falta. –
Se agachó hasta que sus ojos quedaron frente a frente y, entonces, le ronroneó
al oído. – Cariño, somos inmortales.
Ella le mordisqueó el lóbulo de la oreja, que quedaba
al alcance de sus labios.
-
Lo sé. Pero estaría bien cumplir alguna de los
objetivos que había acordado. Y ambos sabemos que, cuando estamos juntos,
apenas soy capaz de hacer otra cosa que no sea fundirme con tu cuerpo – sus palabras
le provocaron un escalofrío y tuvo que hacer un esfuerzo enorme para no besarla
allí mismo, encerrarse con ella en alguna habitación y saciar su necesidad de
tenerla tan cerca como fuera posible.
-
Por favor, Abyss – suplicó. – Seré bueno, pero
no me obligues a marcharme de nuevo.
Ella se hizo para atrás, se echó el pelo a un lado,
dejando la nuca despejada, y lo meditó un instante. Mientras, Sinner recorrió
sus labios con los dedos, para luego descender por su cuello.
-
Tú ganas. – Acabó por responder ella.
Sinner sonrió. La atrajo hacia él en un segundo y
selló su aceptación con un beso tórrido, álgido, una promesa de la recompensa
de volver a estar con ella. Cuánto había echado de menos su sabor, la forma en
la que se amoldaba a él. Casi parecía que hubiera sido creada para convertirse
en su perdición. Solo ella era su punto débil.
-
¿Sabes? En 10 minutos empieza mi clase. –
Ronroneó contra sus labios Abyss. – Es larga y aburridísima. ¿Te apetece que te
enseñe mi habitación individual mientras?
-
No puedes imaginarte cuánto.
Ambos sonrieron y se levantaron. Sinner la pegó a
su cuerpo, rodeándole la cintura con el brazo para no separarse poco más de un
par de milímetros de Abyss. Su abismo personal, uno del que jamás quería escapar.
A menudo se consideraba un masoquista.
-
¡Ella! – Vociferó de pronto una aguda voz
femenina. - ¡La basura de Sarah Ryans!
Sinner se giró hacia la persona que lo había dicho,
tensando el cuerpo, listo para asesinar a quien hubiera pronunciado aquellas
palabras. Sabía que Sarah Ryans era el apodo que usaba Abyss para relacionarse
con los humanos. Y él no iba a permitir que nadie, nadie en ninguna dimensión
ni de ninguna especie, se dirigiera a ella de ese modo. Justo cuando estaba a
punto de degollar a una rubia alta que parecía indignada, sintió la mano de
Abyss en su hombro. La miró, con la mandíbula apretada. Debía matar a aquella
escoria humana, o jamás descansaría en paz.
-
Yo me encargo – Abyss le dedicó una mirada
tranquilizadora y avanzó hasta quedar a un par de pasos de la rabiosa Mandy. -
¿Te pasa algo, Mandy? Pareces… ¿cómo decirlo? Una puta cría que acaba de darse
cuenta que no es lo suficiente guapa. Ups, vaya, es justo lo que ha pasado. –
Ladeó la cabeza y esbozó una sonrisa de superioridad y burla.
-
¿Cómo te atreves a hablarme así, maldita zorra?
¡Eres inferior a mí, siempre lo serás! Siempre ahí – Mandy entrecerró los ojos –
escuchando atenta, como la empollona que eres. Una sucia rata de biblioteca.
Sinner lo veía todo rojo. Quería mancharse las manos
de la sangre de aquella puta rubia. Casi sin poder evitarlo, empezó a cargarse
de oscuridad, preparándose para matarla con la agilidad, rapidez y sufrimiento
propios de su especie.
-
Mandy, lamento decirte que te equivocas de
chica. – Abyss frunció los labios, tratándola como una niña pequeña ignorante y
exasperante. – Los demás no tenemos la culpa de tus complejos. Ni de que te
dieras tantos golpes en la cabeza de pequeña que te hayas quedado discapacitada
mental. – Entrecerró los ojos y se acercó a ella en una milésima de segundo,
rodeando su cuello con una de sus manos pálidas. La elevó del suelo sin
dificultad, asfixiándola. – Pero te diré una cosa. No soy la humana
insignificante que simulo ser. – Aproximó sus labios a la oreja de la chica. –
Soy Abyss, el demonio del sufrimiento, la encargada de maldecir a las almas, de
expandir el dolor por el mundo. Y no dudaré en regalarte el mayor de los
sufrimientos si vuelves a creer que puedes tratarme así. Ahora sabes quién soy,
así que puedes empezar a temerme, rubita.
Le soltó el cuello, dejándole la marca amoratada de
sus dedos clavados en la piel. Mandy se desplomó sobre el suelo, jadeando en
busca del oxígeno que le había sido arrebatado durante unos pocos segundos.
Levantó la vista y vio delante de ella la gélida mirada de los burlones ojos
del demonio femenino, que parecía disfrutar viéndola tirada en el suelo,
humillada.
Se dio cuenta de que, detrás de ella, el guapísimo
chico que había intentado conquistar antes la miraba con odio en las pupilas y
pudo descifrar el significado de su mirada. Te
mataré.
Abyss se dio la vuelta y se largó de la sala, abandonando
a la desmadejada rubia, que se había orinado encima del terror de la cercanía
de uno de los demonios más poderosos existentes. Del que era capaz de producir
agonías eternas.
-
¿Ves? – se quejó Abyss mientras salían de la
sala. – Ahora tendremos que largarnos de aquí. Siempre pasa lo mismo.
-
Deberías haberme dejado matarla – replicó Sinner.
Sus ojos estaban completamente negros, sin un ápice de blanco que disimulara su
inhumanidad.
-
Era un asunto personal. – Se encogió de hombros.
Lo atrajo hacía sí y lo besó, anclando su brazos en
su cuello. Él le rodeó la cintura, hasta que la separación entre ellos
desapareció por completo. Entonces, Abyss empezó a succionar la maldad que
había acumulado en su interior unos instantes antes, listo para liberarla en
forma de dolor hacia la chica, lo que la hubiera exterminado.
-
Delicioso – gimió ella, antes de perderse por
completo. Sus ojos refulgieron, tan negros como su alma endemoniada.
- Solo por si acaso: Abyss es Abismo y Sinner, Pecador.
- Ambos son demonios, oscuros, letales, inhumanos. Sinner es un íncubo que se alimenta de las almas de chicas jóvenes y bellas hasta dejarlas convertidas en un saco de huesos, arrugadas y casi muertas. La especialidad de Abyss es el sufrimiento, de cualquier tipo, aunque, por alguna razón, intenta integrarse entre los humanos a menudo.
- Esto es una especie de nota al margen, por si quedan algunas dudas razonables. La historia no es demasiado buena, pero me apetecía escribir algo salvaje, que desgarrara la cordura. Demoníaco. Me encanta el nombre de Abyss; probablemente, volverá a aparecer en otra historia, aunque no el mismo personaje. Eso es todo. Supongo que la otra parte del texto anterior llegará, algún día. Pero hoy quería escribir y llenarme de oscuridad.
¿Tengo un problema si te digo que a Sinner me lo imaginé como los de Matrix, como al guardián del tiempo de "In time" o como a Cole de embrujadas?
ResponderEliminarQuedaría más perfecto si al final todo se llenara con la sangre de Mandy,ya sabes,órganos por doquier.Realmente es odiosa esa tía.
Solo me quedó una duda...si Sinner se alimenta de las chicas, ¿por qué Abyss está con él?¿Masoquismo puro y duro?