El viento jugaba a perseguir a las hojas que habían acabado estampándose
contra el asfalto cuando el otoño no había querido saber nada más de ellas.
Ella caminaba, con el frío intentando buscar
cualquier recoveco entre sus ropas para acariciar la piel desnuda de debajo. Se
arrebujó aún más en el amplio abrigo de lana, que llevaba tanto tiempo con
ellas en sus aventuras que ya no se podía saber con certeza cuál había sido su
color original ni cuál de los parches llevaba más tiempo cubriendo los pequeños
agujeros. El viento también quería jugar con su cabello, pero ella se había negado
colocándose la capucha. Paseaba por las calles con la seguridad del que sabe a
dónde va, qué atajos debe coger, qué caminos hay que evitar, a pesar de que
aquella ciudad no era la suya.
Pero, al fin y al cabo, ella no tenía ciudad. No
tenía un sitio estable a donde volver, era una huérfana de patria que viajaba
por el mundo en busca del lugar exacto donde encontrar el hogar que nunca había
tenido. Pero, fuera a donde fuera, el viento siempre la acababa arrastrando con
él. Una ciudad más, se decía siempre. La próxima será la definitiva. Pero
siempre volvía a emigrar, huyendo de sí misma sin poder conseguirlo.
París casi había conseguido atraparla, con su
belleza antigua, como de cuadro de algún siglo ya pasado. El río dividiendo la
ciudad y la torre Eiffel desafiando a la gravedad con su armazón de acero. El
acento era música en los oídos y la comida se deshacía en la boca, pero… su
corazón no encuentro el consuelo que buscaba, a pesar de haberse enamorado de
los paisajes, de la gente y de la cultura. Volvió a huir. En Londres no hubo
mejor suerte. Se las arreglaba para buscar una pega que, en realidad, no
existía más que en su mente asustada. Había viajado en tantos trenes que ya
había perdido la cuenta. Se había acostumbrado a dormir sobre cualquier
superficie, en movimiento o no, sobre la que pudiera acomodar sus huesos,
viejos a pesar de que ella aún era muy joven.
Sus ojos habían contemplado grandes maravillas que
no habían conseguido derretir el hielo que la quemaba por dentro. Y seguía
huyendo. Un nuevo amanecer sobre una nueva ciudad. Una buhardilla donde
esconderse del paso del tiempo.
Y sufría. Porque, aunque nunca pudiera quedarse,
echaba de menos lo que dejaba tras de sí. No solo los amigos pasajeros, el gato
callejero que había vivido con ella dos meses en Roma, el vecino que le sonreía
por las mañanas cuando volvía de comprar el pan. Sí, echaba de menos esos
pequeños gestos, pero nada tanto, tantísimo como lo echaba de menos a él.
Ojalá pudiera volver. Ojalá pudiera encontrarle y
pedirle que lo olvidara todo y la estrechara en sus brazos como si no hubieran
pasado cuatro años desde que ella se marchó. Ojalá el miedo no le atenazara el
estómago cada vez que descolgaba el teléfono y marcaba los tres primeros
dígitos de su número, pero nunca podía acabar. No podría soportar que él no la
perdonara. Prefería vivir huyendo de sus fantasmas que oír las palabras de
rechazo de sus labios, ni siquiera a través de una línea telefónica.
Era su tortura diaria, infinita, hasta el fin de su
vida. Hacía tiempo que había dejado de llorar, porque sabía demasiado bien que
las lágrimas no arreglaban nada.
Y ahora volvía a correr por las calles de una
ciudad desconocida, luchando contra sus demonios, que le susurraban al oído que
era hora de marcharse, que allí tampoco lograría encontrar lo que buscaba,
porque ella sabía dónde estaba lo que buscaba. Solo que no se atrevía a ir a
buscarlo. Cobarde, eres una cobarde.
Al fin llegó al portal del piso donde vivía, pero
que solo representaba para ella cuatro paredes blancas llenas de muebles que no
necesitaba y de huecos vacíos que nunca expondrían sus recuerdos felices.
Estaba a punto de empezar a subir la horrible
escalera, cuando oyó la voz de la portera llamarla. Se giró, obligando a sus
labios a formar la sonrisa que su corazón no sentía.
La cartera le devolvió la sonrisa de simple
cortesía y le entregó una carta. No se entendían bien, porque no hablaban el mismo
idioma, así que solo le dio la carta y se marchó, sin más explicaciones que
esa.
Ella miró la carta, llena de sellos de un montón de
países, todos ellos parte de su ruta hasta llegar allí. Observó la letra,
elegante, familiar, y el corazón se encogió en su pecho. Se sentó en los
escalones, intentando reunir el valor para despegar el sobre y leer el
contenido, mientras temblaba como una niña en medio de una tormenta.
Finalmente, sus dedos ateridos rompieron la parte
superior del sobre y cogió el pequeño papel que había dentro. Lo desdobló con
el miedo amenazando con desbordarla y leyó conteniendo el aliento.
Hello,
wherever you are.
Esa siempre
fue nuestra frase, porque cuando estábamos juntos tendíamos a perdernos sin
movernos del sitio. Pero, donde quiera que estuviéramos, siempre estábamos
juntos. Sé por qué te fuiste. Cuatro años es mucho tiempo, muchísimo, demasiado
para pasarlo sin la única persona sin la que no puedo vivir.
Vuelve.
Vuelve, por favor. Te necesito a mi lado durante las noches de lluvia y, cuando
tú no estás, todas lo son.
La carta se arrugó entre sus manos debido a la
fuerza con la que la sostenía. Lloró. Lloró como hacía mucho que no lloraba y, por
primera vez, fue de alegría.
Por fin era hora de volver a casa.
Hello, wherever you are. La entrada está basada en los primeros segundos de la canción, cuando dice esa frase. El resto no es demasiado especial, pero... esa frase se me mete muy dentro. Solo es un pequeño fragmento, pero espero que llegue a la altura de los anteriores.
Bien, lo prometido es deuda, aunque más tarde que temprano.
ResponderEliminar"era una huérfana de patria que viajaba por el mundo en busca del lugar exacto donde encontrar el hogar que nunca había tenido" Desconozco si será parte de la canción (porque no esta subtitulada así que no se exactamente) o tuya, pero me ha enamorado completamente. Y ya que saqué el tema de la canción...ya me conoces así que no tengo nada nuevo que comentar. Pero que conste que la he escuchado.
De nuevo cuatro años.¿ Por qué siempre 4? Lo de "vuelve, vuelve, por favor" me recordó muchísimo a la entrada de la chica esa misteriosa que todas las noches se va, cada vez llega más tarde hasta que un día, simplemente, desaparece. Ains, cuánto me encanta esa entrada...♥
Ya que te habías pasado por aquí pudiste ccontinuar colapsando el alma a la gente :D