21 diciembre, 2011

Intentaste ahogarme, pero, cariño, sé salir a la superficie sin ti.


Cada vez que cierro los ojos, temo que llegue el sueño. Porque sé que cuando Morfeo me arrope bajo su manto, aparecerá de nuevo.
Es la misma pesadilla, una y otra vez.
Somos tú y yo. Vamos caminando por un bosque, espeso, oscuro. Hay una luz, una bola de energía blanca y pura que alumbra nuestro camino a través del follaje. A veces, la luz de la luna se filtra entre las enormes hojas de los altos árboles, pero son solo pequeños claros que apenas se graban en mi memoria.
Te agarro de la mano con fuerza y me acerco a ti todo lo que puedo, porque desde el principio el miedo me atenaza el estómago. No tiene sentido, la luz no permitirá que nos pase nada. Eso es lo que me dice la razón, pero yo estoy igualmente asustada. Siento una voz, el instinto, chillando en mi cabeza que nada va bien, que estoy perdida. HUYE. Pero tú me prometes que todo irá bien, que te sabes el camino y no permitirás que me pase nada. Que me protegerás.
De pronto, sin que haya ningún rumor que me avise de su cercanía, aparece un acantilado. Es lo bastante alto para que la caída duela, pero no para que se pueda morir por ello. Pero, quizá, una vez hayas caído, la fuerza de las olas sí lograse acabar conmigo. Y esos pensamientos cruzan mi mente mientras nos acercamos al precipicio. Te suplico que nos vayamos. El pánico me hace temblar y tiro de tu mano con fuerza, pero tú me prometes, me aseguras, que no dejarás que me caiga. Y yo… te creo.
Llegamos al borde. Te asomas y me susurras lo bestial que sería saltar, sentir el impacto contra el agua. Te digo que no, que estaría mal. Las palabras son borrosas, porque en mi reino onírico la importancia está en los actos y no en los diálogos.
Una discusión. Puedo recordar eso, pero no soy capaz de entender las palabras. Solo sé que tú me chillas y yo cada vez tengo más y más miedo. Las lágrimas pugnan por derramarse por mis mejillas. Y, justo cuando voy a huir de ahí, me empujas.
Mientras caigo, la luz que nos iluminaba se extingue por completo, pero antes puedo ver tu cara. Vacía. Pierdes el rostro mientras la gravedad me empuja hacia el mar.
No chillo. No sé porqué, pero ni un grito escapa de mis labios sellados. El terror me consume por dentro y lloro, durante los tres segundos que tardo en impactar contra el agua. No muero, claro que no. Me quedo allí abajo, demasiado profunda para que las olas me arrastren hasta la pared de roca. Una vocecilla, baja y susurrante, me suplica que luche e intenté llegar a la superficie, pero el agua me inunda los oídos y no puedo escucharla con claridad.
Abro los ojos y veo mi muerte. Observo cómo mi cuerpo ralentiza su movimiento hasta que se queda quieto por completo. Veo tu rostro, de algún modo, con una sonrisa cruel pintada. No tiene sentido, pero es mi pesadilla. Supongo que nada lo tiene.
Entonces, por fin, se me inundan por completo los pulmones. No lucho, no tengo fuerzas ni ganas. Me dejo arrastrar hasta la inconsciencia, mientras mis lágrimas se mezclan con las gotas de mar y la sal me pica en la nariz. Y muero, allí, en medio de ninguna parte, ahogada por mis falsas esperanzas.
Sé que significa el sueño. La luz que nos guiaba era nuestro amor, que nos llevaba por el camino seguro. Hasta que tú me traicionaste, cariño. No me empujaste por un acantilado, pero empezaste a jugar conmigo. Ya no me amabas, pero eso tampoco te daba derecho a estar con ella, a intentar romperme en pedazos una vez ya no me quisieras.
Me ahogué porque confíe en ti, en todas las promesas que me hiciste mientras me abrazabas de madrugada después de hacer el amor. Y todo era mentira. Me engañaste. Usaste mis sentimientos y los volviste contra mí. Me destrozaste.
Me ahogaste la razón. Y, ahora, sé que este amor no vale nada, tan pisoteado como está. Lo tiraré a la basura la próxima vez que baje a la calle, tranquilo.


Te contaré una cosa nueva. El final de mi pesadilla fue cuando me empujaste y morí, sin las ganas de luchar. Entonces, empezó un nuevo sueño. Resulta que sí me quedaban fuerzas. Y peleé, lo suficiente para salir a la superficie y nadar hasta una orilla cercana.
Cariño, intentaste ahogarme, pero sé salir sola a la superficie sin ti. Nunca te he necesitado para sobrevivir, solo me hacía falta encontrar la fuerza para borrarte de mi vida. Y la he encontrado.


2 comentarios:

  1. jdvbwuigbvjsuclsvyrfg
    Voy a ser un esfuerzo, y voy a intentar encontrar lo que me transmite:
    Me da confianza, me inspira, me ayuda. Qué mal se me da esto, por eso tú eres la que escribes xDDDD
    Sabes que si te tengo que decir algo malo te lo digo y sabes que siempre que te he dicho algo malo son falta ortográficas así que... En esta no he encontrado ninguna, mmm

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  2. ¡Porque intento no cometerlas! Ni de expresión, ni cohesionando las oraciones. A veces se me escapa la coherencia y tengo que leer las cosas de nuevo para que tengas sentido, pero así escribo yo... Supondré que te gusta. Gracias, siempre me animas a seguir escribiendo. A veces escribo solo para ti, porque sé que serás la persona que lo lea. La que lo espera. Y eso me anima a teclear palabras y encontrarles un sentido.

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