20 diciembre, 2011

Vendetta, dolce vendetta.


Había tropezado con aquella reunión por casualidad, mientras deambulaba por las calles del centro hasta acabar en callejones sin salida. Y allí, con el letrero desvencijado con el tiempo balanceándose entre chirridos agudos, había encontrado el bar de las balas perdidas.
El grupo de personas que bebía en silencio en el interior, con la música lúgubre de tocadiscos resonando de fondo, no era muy grande. Pero supo que, todos ellos, como él, tenían las vidas arruinadas, que formaban una especie de club para el que se necesitaba un historial de desgracias a tus espaldas para entrar. Bebían para olvidar, para no caer en la profunda depresión que los llevaría al suicidio. Y fumaban, para acompañar el sabor del alcohol de otro condimento.
Se sentó en el mugriento taburete. Quizá en algún momento de su vida le habría preocupado la terrible suciedad que poblaba cada centímetro del bar, pero en aquellos momentos ya no le quedaban fuerzas para semejante estupidez.
-          Whisky. Solo. Doble. – Pidió al camarero, un hombre alto y de complexión grande. Se lo sirvió en un vaso sucio y se lo bebió de un único trago.
El alcohol le quemó la lengua, la garganta y el estómago a su paso, pero le enfrió la mente. Sus pensamientos se volvieron más espesos y dejaron de bullir. El dolor de cabeza comenzó a remitir. Sonrío.
-          Otro, por favor.
-          Vaya, vaya. Tenemos otra alma en pena en el bar. – Sentenció el camarero con una carcajada seca. Dejó el vaso, lleno de nuevo, junto a su mano y lo miró, desafiándolo a beber de nuevo.
Jamás había rechazado un desafío. Esa era la causa de su actual situación, de que la mierda estuviera a punto de ahogarlo.
Se tomó el contenido con un solo movimiento. La sustancia le volvió a escocer en la garganta y en los ojos, pero la cefalea remitió por completo. Se sentía menos lúcido, y eso sabía a gloria.
-          ¿Cuál es tu historia, chaval? -  le preguntó el hombre que bebía ron a su lado.
-          ¿Mi historia? – repitió él, observando la cicatriz que cruzaba la cara de su interlocutor.
-          Aquí todos tenemos una, la que nos guió hasta este bar, el lugar para ahogar los gritos de las penas en la cabeza. Por ejemplo, yo maté al hijo de puta que se acostaba con mi mujer. Y fui a la cárcel.
-          Lo mío fue ludopatía – continuó otro hombre, más allá del primero. – Aposté demasiado, necesitaba dinero. Hice tratos con gente que no juega limpio, la mafia. La rusa, la peor… Todas son las peores. – Sitúo las manos sobre su piernas y pudo ver que le faltaban tres dedos en la mano derecha.
Respiró hondo antes de hablar. Extrajo un cigarro de la caja del bolsillo y lo encendió con rapidez. Necesitaba la nicotina infectando su sistema respiratorio para hablar de ella.
-          Supongo… Supongo que me enamoré de quien no debía.
-          No parece tan grave – rió el camarero, sirviéndole una nueva copa.
-      Lo era. – Exhaló el humo, sin orden ni concierto. Nunca había sabido hacer nada especial con él. Nunca había sabido hacer nada especial con nada. – Ella era… una droga, la peor de todas. Se te clavaba en la espina dorsal y no podías parar hasta conseguirla por completo. Y, Dios mío, era una maldita diosa entre las sábanas.
Se permitió recordarla tras apurar el contenido del vaso una vez más. Su pelo negro, con algunos mechones rojos esparcidos por la melena. Y su sonrisa de loba hambrienta. La forma en que le clavaba las uñas en el final de la espalda cuando se perdía en su interior. Sus labios, que nunca eran dulces; siempre salvajes. Le mordía cada vez que se corría.
De algún modo, le gustaba cómo ella le hacía daño. No era agradable, por supuesto, le causaba un dolor físico. Pero era su manera de quererle, se repetía cuando se limpiaba los arañazos del hombro.
-          Puede que fuera demasiado apasionada, pero nunca me pareció realmente un… problema – Sonrió y sus oyentes se rieron. – Pero entonces… - Sus ojos buscaron el fondo del vaso vacío, tan falto de contenido como su razón. – Ella me pidió un favor. Oh, cariño, él me hizo daño. Y yo caí como un gilipollas en sus redes. Quería que matase a un tipo, un cabrón que según ella la había maltratado hacía un tiempo y que quería que volviera con él. Tengo miedo, por favor.
Apretó el vaso, hasta que los nudillos se le volvieron completamente blancos. No podía evitar la furia al recordarla, con su mirada de niña buena y sus palabras de víbora. Siempre había sido una manipuladora.
-          Así que lo hice. Lo esperé a la salida del trabajo, un día que se había quedado hasta tarde y lo apuñalé. Era su marido. Una vez muerto, ella lo heredaba todo. Y yo, me iba a la cárcel. – Apretó la mandíbula con fuerza. – Me acusó ella, por supuesto. Para librarse de todos los cabos sueltos. Puta mentirosa.
-          ¿Cuántos años?
-          Por homicidio en primer grado, cadena perpetua. Pero aún no me han cogido. – Esbozó una siniestra sonrisa, que mostraba la crueldad en sus bordes.
-          ¿A dónde piensas huir? – le preguntó el que se sentaba a su lado, con tranquilidad. Un tema mundano en un bar de mala muerte cualquiera.
-          A Singapur. A ver quién es capaz de encontrarme.
-        ¿Y qué haces aquí todavía? – le preguntó el camarero, terminando de limpiar un vaso y dejándolo igual de sucio de lo que estaba. No había hostilidad en su tono, solo una sana curiosidad de hostelero experimentado.
-          Me quedaban ciertos asuntos pendientes. – Observó su reloj de pulsera. – Es la hora, me largo. Gracias por la bebida y la conversación.
Dejó el importe por la consumición en la barra, se despidió con un asentimiento de cabeza de sus compañeros y se encaminó hacia la puerta. En ese momento, alguien encendió la televisión, de demasiados años, que estaba al fondo del bar.
Mientras la puerta se cerraba a su espalda, la presentadora de las noticias informaba de la aparición del cuerpo asesinado de la recientemente enviudada Nina Heitz, que se desangraba en el sofá de su casa con el mismo cuchillo que había matado a su marido clavado en el pecho.

2 comentarios:

  1. Wo, que sangriento, me gusta. Why not? (en los dos sentidos eh eh eh)

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  2. xDDDDDDDDDDDDDDDDD De vez en cuando, hay que dar un giro inesperado. Demasiado pasteleo en las últimas entradas.
    Me alegro que te guste :)

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