09 noviembre, 2011

¿Cariño?


Piiii… ¿Cariño? ¿Estás ahí? Bueno, supondré que no. Espero que no estés tumbada en la cama, con la música al máximo volumen oyendo pasar el tiempo. Ya te he dicho que tienes que salir, no mirar el techo buscando nuevas manchas de humedad. No me hagas llamar a tu hermana.
Volveré este fin de semana. Lo prometo, este sí. Y nadie podrá evitar que te lleve al cine, a ver esa comedia romántica que siempre marcas con un corazón en el periódico. ¿Qué te parece una cena? En el italiano de la calle trasera del cine, en el que consentiste en venir a vivir conmigo. ¡Y ni siquiera tuve que suplicártelo! Pero hubiera estado dispuesto a hacerlo, estaba dispuesto a enfriar el infierno por ti. Quería verte en todas mis madrugadas, costara lo que costase, aunque me gustó no tener que recurrir al secuestro.
Cariño, te echo de menos. Muchísimo. Sé que tú también a mí. Pero no puedes quedarte encerrada en estas cuatro paredes, dejando que te venzan los recuerdos. Sal por ahí y encuentra nuevos, esos que me susurrarás al oído cuando al fin te estreche entre mis brazos y me pierda en el sonido de tu risa.
Ah, antes de que se me olvide…

      Piii.
Piiii…. ¡Se ha cortado! Bueno, no pasa nada. Lo que quería decirte es… que te quiero. Con toda la fuerza de mi alma. Y que nunca lo olvides. Te veré el viernes por la noche. Adiós, princesa.

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