12 mayo, 2012

Souless (and tears).


Wolt avanzó con cautela, detrás de su hermano. Lo había seguido hasta aquel lugar sin saber muy bien cuál era el objetivo, qué misión estaban intentando llevar a cabo. No solía cuestionar las motivaciones de su hermano mayor; se limitaba a cubrirle las espaldas, a defender sus vidas cuando los problemas salían a su encuentro. Lo que solía pasar bastante a menudo.
Se le erizó el cabello de la nuca cuando traspasaron la siguiente puerta, de madera negra, que chirriaba como tratando de desalentarlos de su propósito, advirtiéndoles que quizá sería mejor marcharse. Y el instinto le decía que lo mejor sería hacer caso a los sonidos amenazantes que los rodeaban, dar media vuelta y largarse antes de que, por alguna razón, acabaran de mierda hasta el cuello.
-          Maldita sea, Luwin, ¿a qué hemos venido aquí? – siseó en voz baja. Quizá manteniendo la voz baja y sus pisadas silenciosas conseguiría mantener en calma la bestia que presentía que encerraban aquellas viejas paredes.
-          Robar. Como siempre. -  Respondió su hermano, también en el mismo tono, pero había algo en su voz que le indicó que no estaba siendo completamente sincero. Su mirada buscaba frenéticamente por todos los rincones, recorriendo con la vista cada habitación en la que entraban sin encontrar lo que ansiaba lo suficiente como para poner en peligro sus vidas una vez más.
-          ¿El qué? – gruñó Wolt. – Más vale que esta vez valga la pena, porque estoy harto de realizar misiones de mierda, con recompensas nimias.
-          Te aseguro que esta vez vale la pena. – Aseguró Luwin. Elevó la cabeza ligeramente, cerró los ojos y tensó los músculos. Olisqueó en el aire, de una forma similar a la que lo haría un perro de caza, y luego volvió a abrir los ojos, con la vista fija en la puerta de su izquierda. – Por aquí.
Wolt imitó a su hermano e intentó captar el aroma que lo conducía hasta su destino, pero no percibió nada aparte de la humedad reinante en el ambiente, las cenizas de la chimenea, la madera de las puertas y las ventanas y el habitual olor de una casa antigua en vías de derrumbe. También detectaba un aroma más, pero era demasiado sutil como para darle importancia. Era un perfume suave, un hilo de algo que había estado allí, que le resultaba irreconocible, aunque le hacía cosquillas en las pituitarias, de una forma agradable.
-          Dudo que haya nada en esta casa que valga más de un dólar. Está destartalada. – Miró a su alrededor. – Larguémonos antes de que se nos derrumbe encima.
Un escalofrío lo recorrió por completo de pronto y se giró. Su instinto le estaba diciendo… no, gritando, que había algo raro en aquel lugar. Un peligro. Sus ojos, heredados de sus ancestros, eran capaces de distinguir cada una de las figuras en la oscuridad reinante y no había nada que pudiera representar un riesgo, pero la sensación de malestar seguía ahí, acosándolo.
Las orejas se le irguieron, como respuesta al estímulo que era capaz de sentir, pero no de ver u oler. Entonces, oyó el ruido inconfundible de algo moviéndose, algo que era aún más sigiloso que ellos, que probablemente llevaba siguiéndolos un rato.
Percibió todo aquello en un segundo, antes de que la voz surgiera de la nada.
-          ¡Se están metiendo con nuestra casa, Luce! – exclamó una de las sombras de la habitación. Wolt buscó su procedencia, pero no había ninguna persona en la sala. Intentó captar el aroma femenino, puesto que la voz era claramente de una mujer, pero volvió a percibir los mismos que ya había olido. – Y, ¿sabes qué? No recuerdo haberlos invitado a entrar.
-          ¿Luwin? – musitó Wolt, intentado frenéticamente de encontrar a la persona que se ocultaba en las sombras. Pero allí no había nadie. Y la voz parecía proceder de todas partes y sin un aroma que lo guiara. Sus sentidos le estaban fallando por primera vez y había dejado de ser el depredador para ser una presa caída en la trampa. Miró a su hermano, en busca de auxilio, pero él sonreía.
-          Te dije que esta decoración era una verdadera basura. – Respondió otra voz, también femenina. Al igual que la primera, no tenía una localización ni un aroma.
-          Oh, cállate.
De pronto, se encendió la luz. Wolt levantó la vista, sorprendido, observando la lámpara de araña que se balanceaba sobre sus cabezas. Pero lo que lo dejó impactado no fue que la casa tuviera corriente eléctrica, sino la chica que permanecía sentada en el objeto, balanceando las piernas sobre sus cabezas. Tenía el pelo completamente negro, largo hasta las caderas, y los ojos de un azul tan claro que podía llegar a parecer blanco. Entre su cabellera oscura destacaban dos orejas puntiagudas y en su sonrisa se podía apreciar el par de centímetros extras de sus colmillos. Y detrás de su cuerpo definido y femenino, estaba claramente la silueta de una espada envainada, cruzada a su espalda.
-          Vaya, vaya. ¡Luce! Tu querido acosador ha vuelto. – La chica clavó las piernas en una de las barras de acero de la lámpara, que estaba a cuatro metros del suelo, colgada del techo, y se dejó caer con la agilidad de un simio, para quedarse boca abajo, con su melena volando a escasos metros delante de ellos. – Así que te toca encargarte a ti de él – continuó.
-          ¿Acaso no puedo venir a visitarte a ti, Ayris? – replicó Luwin antes de que la otra mujer respondiera.
-          Já.
Wolt observó a la chica, atónito. Nunca había visto antes a ninguna persona de su raza: los kryones. Según decía la leyenda, eran seres nacidos de la fusión entre el Cielo y el Infierno, de los ángeles y los demonios. Poseían la belleza de ambas razas; los ojos de las criaturas divinas y los colmillos y las técnicas de los diablos. Eran letales en todos sus aspectos, portaban armas capaces de matar inmortales y poseían un retorcido sentido de humor. Wolt siempre había oído que se les podía reconocer por sus ojos, cuyos iris se volvían rojos cuando montaba en cólera, mientras el resto se teñía del negro más profundo.
Eran muy escasos, apenas existían un par de docenas en total, porque su creación no era muy habitual. Y solían ser elegidos para guardar enormes tesoros.
-          ¿Las conoces, Luwin? – susurró su hermano. Su instinto seguía empujándolo a salir por patas de aquel lugar, a huir de aquel ser mitad ángel mitad demonio. Un observador inexperto habría visto en ella un aspecto inofensivo, una chica no demasiada alta que no parecía capaz de hacer daño a una mosca, pero él podía percibir con claridad el aura de peligro que la rodeaba y que le estaba poniendo los pelos de punta.
-          Sí. Las conozco. – Respondió él sin mirarlo. Tenía la vista clavada en Ayris, que seguía boca abajo, con la cabeza medio metro por encima de las suyas.
-          ¿Por qué has vuelto, Luwin? – la voz de antes, la de la llamada Luce, esta vez sonó a sus espaldas.
Wolt se giró de inmediato, sintiéndose rodeado. Tenía un enemigo claro delante y otra detrás. Solo con clavar la vista un segundo en su rostro, supo que también era un kryon. Tenía los mismos ojos que Ayris, pero su cabello dorado solo le llegaba a la altura del pecho y lo tenía recogido en una trenza. Tenía facciones más duras y no sonreía; parecía no compartir el sentido del humor de su compañera. Ella no portaba una enorme espada, pero Wolt se fijó en los dos sais que llevaba colgados de la cintura, así como en la espada corta. Aunque sus armas no eran tan mortíferas, la posición de su espalda y su mirada daban la misma impresión que si portara la guadaña de la muerte.
-          Quiero la Lágrima. – Su hermano parecía haber olvidado a Ayris, porque no despegaba la vista de los ojos hipnóticamente claros de Luce. Wolt observó la situación y presintió que nada iba bien, que su hermano se había vuelto loco. La bestia rugió en su interior.
De pronto, Luce se volvió hacia él. Clavó la mirada en su rostro y ladeó la cabeza, como si estuviera buscando la respuesta a una complicada pregunta en su fisonomía.
-          No te transformes, licántropo. No quiero manchar mi casa con tu sangre – susurró con voz fría.
Wolt parpadeó, atónito. Aquella mujer había descubierto lo que estaba pasando en su interior con solo mirarlo y había contenido el cambio con la fría amenaza patente en sus palabras.
El licántropo parpadeó y, cuando volvió a abrir los ojos una milésima de segundo más tarde, Ayris se encontraba al lado de la otra kryon. No había manera humanamente posible de que se moviera tan rápido, de que desapareciera a su espalda y surgiera de pronto en la puerta junto a Luce, a menos que se hubiera teletransportado de un lugar a otro.
Ahora permanecía tan seria como su compañera y los miraba a ambos con fijeza, pero sus ojos eran escudos impenetrables y ella se había encargado de que no reflejaran nada, de que fueran opacos. Asemejaban los ojos de su compañera, pero seguían poseyendo un brillo divertido que no se extinguía por completo.
-          No te daremos la Lágrima, Luwin. Ni hoy ni nunca. Nuestra misión es protegerla, no entregársela al primero que venga a reclamarla – las frías palabras de Luce dejaban clara una advertencia.  – Así que, ahora, márchate. Lárgate de nuestro hogar antes de que me arrepienta de mi benevolencia y me haga unas preciosas alfombras de pelo de lobo. ¿Queda claro?
Se dio la vuelta, dispuesta a marcharse, dejándolos a ambos solos en la habitación y sin esperar una respuesta. Ayris retrocedió un paso, sin darles la espalda, mucho más cautelosa que su compañera.
-          No me voy a rendir, Luce – gritó Luwin a su espalda. – No me importa cuánto tenga que luchar, conseguiré que algún día esa Lágrima sea mía. Y, así, recuperarás tu alma maldita y… entonces podrás amarme como yo te amo.
-          Olvídate de esas tonterías, Luwin. Los de mi raza nacemos sin alma. – Replicó ella sin darse la vuelta. Luego, siguió andando.
Ayris permaneció quieta, mirándolos. Finalmente, se encogió de hombros.
-          Tiene razón. Somos una causa perdida. – Sonrió levemente, pero esta vez en el gesto si se percibía un atisbo de sufrimiento, una desgarradora pena por un destino de condena. Un instante después, levantó la vista. – Pero, quizá, si yo fuera tú, no me daría por vencido tan rápidamente. – Volvió a encogerse de hombros y le dedicó una mirada cariñosa a Luwin.
-          No lo haré, Ayris. Voy a seguir luchando.
La kryon asintió. Luego, clavó la vista en Wolt y volvió a sonreír, esta vez sin rastro alguno de dolor, sino con una clara simpatía.
-          Encantada de conocerte, Wolt. Pero te recomiendo que no vuelvas por aquí pronto. – La chica se dio la vuelta, mientras murmuraba por lo bajo. – Definitivamente, tengo que cambiar la decoración.
Y luego, en otro pestañeo, desapareció sin más.

No sé si tiene sentido, quizá le falta coherencia. Yo que sé. Esto es lo que me ha salido esta noche. Puede que sea basura, no lo estoy negando. Pero aquí está, y eso es todo cuanto puedo alegar a mi favor.
¡Canción, canción! Payphone Me tiene enamorada.

2 comentarios:

  1. ¿y lo terminas así sin más? no es justo ToT
    La canción me gusta *-*

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  2. Quiero la continuacion, no me vale que me dejes asi como en la otra historia SI ESA QUE SE ENCONTRABAN EN UNA TERRAZA O ALGO ASI Y NO SE ACORDABAN DE NADA PERO LUEGO SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII
    :(

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