Tic. Tac.
Tic. Tac.
En el profundo silencio de la noche, que se
extendía a mi alrededor casi como algo tangible, como un peso sobre mi pecho,
podía oír casi con eco el continuo golpeteo del segundero del reloj, aunque
este estaba en la cocina, a un par de habitaciones de distancia de la mía.
Me di la vuelta una vez más, revolviendo las
sábanas entre mis piernas y apoyé la cabeza contra la almohada, cerrando los
ojos con fuerza. Por decimoquinta vez aquella noche, deseé poder caer en las
redes del sueño. Deseé con todo mi corazón que el sueño me hiciera perder la
conciencia y me permitiera ir a la deriva durante horas hasta que el sonido del
despertador interrumpiera alguna pesadilla matutina.
Agarré con fuerza la sábana contra mi hombro y
mantuve el ritmo de respiración. El tic-tac seguía marcando todos los segundos
en los que permanecía despierta, en los que el sueño se me escapaba sin remedio
entre los dedos.
También podía oír con claridad los ronquidos de mi
padre en la habitación de al lado, un rítmico sonsonete sin fin que empezaba a
convertirse en mi tortura particular, martilleándome el cerebro, recordándome a
cada instante mi incapacidad.
Me puse boca arriba, suspiré y me maldije en
silencio.
Hacía muchos años que llevaba padeciendo aquella
condena y, aun así, no me había acostumbrado a las malditas noches en vela.
El insomnio no era un trastorno que pudiera matarte,
al menos directamente. Sí, la falta de sueño durante mucho tiempo te podría
matar, pero, cuando sufres esa enfermedad, tu cuerpo siempre descansa justo el
tiempo suficiente al día como para que puedas seguir jodido sintiendo pasar el
paso de las horas despierto el resto de la noche.
No, cuando padeces insomnio, no mueres por la falta
de sueño. Mueres por las horas vacías en la madrugada. Te mueres poco a poco al
oír las respiraciones acompasadas del resto de ocupantes de tu casa, descansando
pacíficamente, sin preocupaciones, mientras tu cerebro se repite una y otra la
misma cantinela incesante.
No puedes
dormir. Te pasarás otra noche en vela.
Y el puto segundero de la cocina, cuyo infernal
sonido se te clava en el cerebro como una garra.
Poco a poco, vas cayendo en la locura. Durante la
noche, los límites entre la coherencia y la incoherencia se desdibujan.
No sé si alguna vez has sentido lo que intento
describir, pero, si no es así, por mucho que pueda decir, por muy exactas que
sean mis palabras, no podrás comprender a qué me refiero. El insomnio es una
maldición terrible que solo aquellos que la padecen pueden entender.
El resto del mundo solo piensa: mira qué problema, simplemente tardas un
poco más en dormirte, o quizás, hay
cosas peores que quedarte despierto de noche.
Indudablemente, sí que hay cosas peores. Un cáncer
es mucho peor, no lo pongo en duda, o morirte de hambre.
Pero tampoco es justo decir que el insomnio es
inofensivo. Cuando lo padeces, poco a poco vas perdiendo la cordura. Te mueres
por ser capaz de ser normal, de
tumbarte en la cama, cerrar los ojos y caer dormido como hace el resto del
mundo. Pero no puedes. Por muy fuerte que lo desees, por mucho que lo intentes,
no lo consigues. Y eso, poco a poco, va desgastando tu cordura, hasta que te
encuentras a las tres de la madrugada mirando el techo, sin ninguna posibilidad
de descanso, y buscando una salida para aquella situación.
Es entonces cuando todas aquellas cosas que a la
luz del día te parecen tan irrazonables, empiezan a cobrar cierto sentido.
Piensas que cualquier solución es buena, aunque parezca una locura.
Con tal de poder descansar, de que tu cerebro
desconectara y dejara de torturarte una y otra vez con la misma letanía
desgarradora, te planteas cosas que, de otro modo, nunca te cruzarían por la
mente.
¿Drogas? ¿Alcohol? Cualquier sustancia que
adormezca los sentimientos y produzca sopor te sirve, piensas. Cualquier cosa
que te haga escapar de la realidad de las horas alargándose en el silencio de
la noche, donde solo estas tú. Y esa soledad también te emponzoña por dentro,
sin nadie con quién hablar, sin nadie que te pueda consolar cuando ya no eres
capaz de seguir conteniendo las lágrimas ante la desesperada situación que
vives.
En tales situaciones, cuando el reloj da las cuatro
o las cinco de la mañana y yo sigo igual, debo reconocer que incluso he pensado
en el suicidio como escapatoria. La muerte, el sueño eterno. Por fin quedar
dormida, aunque eso supusiera no despertar jamás. Son ideas terroríficas que,
pensadas con calma, son locuras. A la mañana siguiente, cuando vuelve a salir
el sol y el mundo despierta, te ríes y te repites que es una tontería, que en
realidad esa no es la salida que buscas.
Pero… ah, en la angustia de las noches insomnes, no
te parece una solución tan descabellada.
Es precisamente eso lo que hace peligroso el
insomnio. Es cierto que, directamente, no te mata. No es como una enfermedad
mortal, pero es un cáncer para la cordura de cualquier, da igual lo fuerte que
piensas que eres. La oscuridad de la noche a tu alrededor mientras permaneces
tumbada en la cama, sufriendo en silencio para no molestar al resto de
habitantes de tu casa, acaba contigo poco a poco. Pierdes la razón. La locura
deja de parecerlo y se vuelve tu amiga, porque es el único modo de evitar esa
angustia que te embarga.
Desesperación es su estado más puro.
Con el tiempo, desarrollas un horrible terror que
se te instala cada noche antes de irte a acostar. Cuando la tarde da paso a la
oscuridad en el cielo, el pánico me hace encogerme en el asiento y rezo para
que esa noche, por favor, por favor, que esa noche sí pueda dormir.
Superar el insomnio, “curarte”, es igual de
complejo que desintoxicarte de una droga a la cual estás enganchado. Quizá sea aún
peor, porque tú deseas de todo corazón librarte de ello, pero es muy difícil luchar
contra tu cuerpo y mente. Y, aunque tengas la fuerza suficiente y lo logres,
nunca serás normal. Siempre habrá un pequeño recoveco en tu mente en que viva
al miedo a que todo se repita, a que todo vuelva. Una noche en vela desencadena
todo el temor de tu interior y empiezas a pensar que otra vez todo será lo
mismo, que has vuelto a caer en aquella maldición.
Tener insomnio es una tortura, una condena en tu
propio cuerpo y ocasionado por tu propia mente. En las largas noches en
silencio, con el segundero de fondo y el sonido de los ronquidos del resto del
mundo, te deshaces.
Espero que mis palabras te hayan permitido
entenderlo. Espero que, a partir de ahora, cuando alguien te cuente que padece
insomnio, no menosprecies su problema. No es algo que tomar a broma. No es algo
de lo que te ríes cuando lo sufres. De verdad, de verdad que es terrible.
Así que no nos juzgues con tanta dureza, porque te
aseguro que nada de esto es un juego.
Es una puta condena, noche tras noche.
Esta entrada es mucho más que una entrada normal, por eso he vuelto a este blog con ella.
Yo padezco insomnio. Yo soy la protagonista de la historia. Cada una de las palabras de la entrada son mías. No de un personaje creado, no de alguien ficticio. Son mis vivencias personales.
Quizá alguien piense que exagero. Bien, puedes creerlo, pero yo no lo considero así. El insomnio es mi mayor condena, la que realmente me aterra más que cualquier otra cosa.
Hace mucho que quería escribir esta entrada, porque me parece que es la más real que he escrito. Pero no podía. Era demasiado complicado exponerlo con palabras, captar de verdad lo que me sucedía. No sé si lo he conseguido, pero lo he intentado, de verdad.
La buena noticia es que lo estoy intentando. Lo estoy tratando de superar. Pero, como ya he dicho, es algo muy muy complicado de conseguir y no son pocas las noches que aun paso en vela. Aun así, algún día espero poder tumbarme en la cama sin un resquicio del miedo a que el insomnio me acompañe una noche más.
Gracias por leerme, una vez más. Ah, y ya que estoy aquí, aprovecho para dejar una canción, que echo menos compartir alguna por aquí: Radioactive.
Hmm...creo que venden pastillas para eso xD
ResponderEliminarQué lúgubre todo *-* Por un instante me recordó a Alphonse Elric. Él, por lo que ya sabes, tampoco podía dormir ni nada.
Fuah, por fin una entrada de este tipo *-* No sabes cuánto las añoraba y encima está genial
ehm... respecto a la canción, me gusta el videoclip y el ritmo de la música por momentos, pero bah...