26 enero, 2012

Reflect me.

  Estaba sentada frente a mí, con las rodillas cruzadas. Parecía tranquila, pero la posición tensa de su espalda me reveló su nerviosismo.
  Había algo que me resultaba familiar en su cara, aunque no podía deducir el qué ni era capaz de ubicar su rostro en mis recuerdos, aunque estaba allí, en alguna parte. Me quedé sentada en el suelo, mirándola durante un buen rato sin decir una sola palabra y ella hizo lo mismo, con sus iris marrones clavados en los míos. 
  Empecé a analizarla, quizá por simple aburrimiento. O porque quería descubrir algo más de ella, algo que las palabras no pudieran contarme, aun sin saber su nombre.
  Tenía una forma curiosa de morderse el labio, que me revelaba un atisbo de inseguridad que deseaba ocultar a toda costa. Supuse que no le gustaba que nadie fuera capaz de ver sus miedos y por eso mantenía neutra la expresión de su rostro.
  El simple gesto de apartarse el pelo de la cara con brusquedad me permitió saber que aquella chica no era paciente, que no era una de esas personas que se quedan horas esperando que las cosas sucedan sin más. Pero que tampoco era lo suficientemente valiente para provocarlas, para obligarlas a suceder, y por eso se quedaba sentada mirándome, sin atreverse a musitar una sola palabra. Eso la dejaba en un impasse, en un punto muerto del que no conseguía salir e intentaba aflojar un poco el nudo de su impaciencia con gestos nerviosos que no solucionaban nada.
  Entonces, me concentré en sus ojos, el punto del que podría obtener más información sobre ella. Probablemente, fuera una chica simpática, aunque la bloqueaba a menudo su timidez, lo que quedaba patente por la forma en que, repentinamente, a veces desviaba la mirada, incómoda ante mi escrutinio. Quizá podría incluso considerarla introvertida.
  Dando rienda suelta a mi imaginación, empecé a crear su personalidad. Sería educada, porque era una de las cualidades que me habían inculcado de pequeña y que me parecía importante en cualquier persona.
  Le gustaría reírse, porque la vida sin risas no es vida. Quizá incluso utilizaría el humor como defensa, para escurrirse de las situaciones incómodas de la vida y usaría el sarcasmo a menudo, aunque eso podría hacerla parecer antipática. Podría llegar a ser divertida.
  Podía deducir que era perezosa por la posición de su espalda, ligeramente encorvada, como si le faltaran las ganas de mantenerse completamente erguida. Parecía ser una persona que, a menudo, se dejaba llevar por la pereza, aunque no le gustaban sus consecuencias.
  También sería olvidadiza, porque esa impresión me daba al ver las notas escritas en sus manos, detalles que querría recordar con el tiempo y que su frágil memoria a veces no retenía como debía.  Y desordenada, aunque no había nada que delatase tal cualidad. Quizá era una sensación, pero, por alguna razón, la imaginaba perdiendo los bolígrafos al dejarlos en el lugar que no les correspondía.
  Pero, sobre todo, imaginaba a aquella chica imperfecta. En sus pupilas podía leer inseguridad y miedo, características terriblemente humanas.
  Por alguna razón que no conocía, la chica empezó a llorar, mientras a mí me invadía una enorme tristeza y una desazón ilógicas. Parpadeó un par de veces para eliminar las lágrimas, aunque  eso no fue capaz de eliminar la congoja de su expresión.
  Alargué la mano con la intención de confortarla, de darle algún tipo de apoyo aun sin saber quién era, porque aquella sensación de familiaridad no había desaparecido desde que empecé a observar su cara. Ella, casi al mismo tiempo, también levantó su mano y empezó a acercarla a la mía, aun con la mirada fija en mi rostro.
  Desvié la vista hacia nuestras manos un segundo antes de que se tocaran. Pero en lugar de sentir la cálida piel de su mano, mis dedos tocaron el duro y frío tacto del cristal. Apoyé la palma en el enorme espejo de mi habitación y observé mi reflejo, aun con las lágrimas derramándoseme por las mejillas y la sensación de desazón en mi interior.
  Cerré los ojos con fuerza y mi mundo se oscureció, mientras el sonido de la realidad atronaba en mis oídos.
  Abrí los ojos de golpe, tumbada en la cama y con el despertador dándome los buenos días.

2 comentarios:

  1. Te odio
    Hazme tú el trabajo anda xD

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  2. JAJAJAJAJAJAJ no.
    Me gustaría leer el tuyo *-* Tú que dices que no tienes imaginación y blablabla.

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