03 enero, 2012

Lúgubre Enero, maravilloso Diciembre. // Save me.


Apenas soy capaz de recordar Enero. Es una mancha borrosa, en la que se mezclan rostros de extraños y palabras de mi madre, pidiéndome que saliera a la superficie, que no podía seguir para siempre hundida. Pero, como siempre, no le hice caso. Parecía que aquel nuevo año que comenzaba venía acompañado de un manto negro de tristeza y desolación, que pretendía arrebatarme todas las cosas importantes de mi vida. Primero fue el trabajo y, luego, mi padre.
Perdí el piso en Febrero. Me negué en rotundo a ir a vivir con mi madre, un enorme retroceso en mi vida. No podía, no quería. Sería como tirar a la basura todos los avances que había hecho hasta ese momento, volviendo a casa como una niña llorona incapaz de enfrentarse al mundo. Gracias al cielo, Sofía seguía en mi camino.
Entre Marzo y Abril, la lluvia limpió la niebla que mantenía mi futuro hecho un caos y aligeró la confusión que me embargaba. Me di cuenta de que estaba viviendo de la caridad de mi mejor amiga, que apenas tenía futuro si seguía como hasta entonces. Que mi madre colgaba llorando por mi situación y que Sofía me miraba, siempre, con la preocupación tintando sus pupilas. Y, lo peor de todo, me di cuenta de que me estaba autocompadeciendo. Me estaba reblandeciendo, tirada todo el día en el sofá y con la televisión encendida sin escuchar las palabras que salían de ella. Vivía en los culebrones porque no podía soportar mi maldita vida.
Con la llegada del buen tiempo y menos lluvias, comencé a repartir currículums. Empecé con el desánimo transparente en mis andares, extrañando el sofá, que ya tenía la marca de mi cuerpo. Pero me negué a seguir siendo un lastre para los demás, a continuar llorando cada noche y a sentir que no valía nada. Era suficiente, ya no necesitaba más sufrimiento autoinfligido y drama.
Al fin, en Junio salió el sol entre las nubes, iluminando mi camino con cálidos rayos. No puedo decir que me llovieran las ofertas de empleo, pero logré un contrato indefinido en una pequeña empresa de telecomunicaciones. Me esforcé al máximo y le insistí a Sofía hasta que aceptó que compartiéramos gastos.
Conseguí salir a la superficie tras medio año ahogándome en las lágrimas y los recuerdos del pasado. Aunque la ausencia de mi padre se me clavaba constantemente el corazón como un puñal envenenado, no me rendí. Supongo que podría decir que lo superé, aunque algo así jamás se supera.
Julio y Agosto se convirtieron en rutina. Un poco de orden después de tanta agitación, tanto alcohol, tanto dolor y tanto vacío. Mamá ya no lloraba. Sofía me convenció de salir a bailar, como hacíamos antes. Y me divertí, lo que fue una enorme sorpresa.
En Octubre te conocí. Con el otoño llenando el parque de hojas caídas, me encontraste en el banco de detrás del puente y tu perro me señaló como si el destino lo llevara hasta allí.
Noviembre empezó a darle sentido a mi vida de nuevo, contigo tocando a la puerta. Volví a arreglarme para salir, a sonreír cuando caminaba sola por la calle, a reírme a carcajadas, a ir a comer a casa de mi madre. El recuerdo de mi padre ya no era amargo, ya no dolía. Podía pensar en él, echarlo de menos sin sufrir. Creo que fue gracias a ti, pero no se lo digas a nadie.
El frío de Diciembre nos unió aun más. Soñaba contigo, no desaparecías de mi cabeza durante las veinticuatro horas del día. Maldita sea, me enamoré de ti hasta las trancas. Y recuerdo la noche del quince, cuando me pediste que me fuera a vivir contigo y con nuestro perro (porque ya es nuestro).
Me salvaste. Conseguiste que aquel año fuera grandioso, de algún modo. Y que tuviera un trabajo, un piso, un perro y un amor para siempre.

4 comentarios:

  1. vylsudgysyufgdyfgydsgurgeu
    qué bonitoooooooooooooooooooooooooooooo
    dios. qué emocionante, o.o

    ResponderEliminar
  2. Eres demasiado, siempre te gusta <33

    ResponderEliminar
  3. Oh, un no-Ireth comentando en mi blog jajajaja
    Gracias :)

    ResponderEliminar