04 enero, 2012

Búscame cuando recuerdes nuestro destino. Te seguiré echando de menos hasta entonces.

La descubrí mientras caminaba por los oscuros callejones de la ciudad una noche de esas que parece que hace tanto frío que se te congelaría incluso el alma.
Iba sin rumbo, moviéndome buscando algún lugar donde evitar que los dedos se me cayeran por la baja temperatura, cuando la vi. Estaba sentada en la azotea del edificio más alto de la manzana, aunque no podía compararse con un rascacielos. Parecía una especie de ángel vengador, con su melena azabache ondeándose por el viento y el cuerpo en una posición relajada. No tenía miedo, aunque la caída desde esa altura le ocasionaría una muerte segura.
No sé por qué elevé la cabeza justo en el instante en que ella cambió de posición. Podría no haberlo hecho, o hacerlo en cualquier otro momento mientras ella permaneciera quieta y, allí, vestida completamente de negro, como un depredador camuflado con su entorno, jamás la habría hallado.
Quizá fue el destino. O quizá eso es lo que quiero pensar. Casualidad, suerte. ¿Existen las coincidencias? O ella forzó nuestro encuentro. ¿Cómo podría saberlo? Pero, aun así, estoy seguro de que no fue fruto del azar.
Mi cuerpo reaccionó a su presencia casi con violencia y sentí la imperiosa necesidad de encontrarla. Era casi un impulso primario, inevitable, como el hambre. Teniéndola así de cerca, no había posibilidad de negarme a mí mismo aquella satisfacción, que casi era una necesidad de tanto como dolía. Si un imán gigante especialmente fabricado para atraer mi sangre, solo la mía, hubiera sido la causa de que mis pasos fueran directos a las puertas del edificio, no me habría sorprendido. Aquello no era racional. No sabía quién era, solo que necesitaba ver su rostro.
El sentimiento que me embargaba era curiosamente similar al de extrañar a alguien durante muchísimo tiempo y volver a encontrarte con esa persona un día de repente. Pero, ¿cómo era posible que echara de menos a alguien que en mi vida había visto?
Subí los escalones de tres en tres, al principio andando, luego saltando. Mi corazón empezó una carrera contra mi alocada respiración. Al llegar a la última puerta, donde las escaleras llegaban a su fin, no me detuve. Atravesé la puerta con fuerza, haciéndola rebotar contra la pared del otro lado.
Mi mirada la buscó y, como si pudiera sentirla de alguna manera, me giré exactamente hacia el lugar donde permanecía sentada en el borde del balcón. Me observaba con la curiosidad reflejada en sus bellas facciones, mientras el pelo le azotaba el rostro. Tenía las piernas vueltas hacia dentro y estaba peligrosamente echada hacia atrás, como si estuviera a punto de dejarse caer.
Avancé un paso hacia ella y me perdí en la oscura inmensidad de sus pupilas.
-          Vaya. Esta vez has tardado en encontrarme.
Su voz también me resultaba terriblemente familiar y me ahogaba el sentimiento de añoranza. Algo en mi interior me impulsaba a abrazarla, pero me contuve.
-          ¿Nos conocemos? – Dejé a la lógica al cargo de la situación. No podía continuar siguiendo impulsos.
Ella ladeó la cabeza y parpadeó un par de veces lentamente. Una socarrona sonrisa se extendió por su rostro.
-      Así que en esta ocasión no me recuerdas. Qué divertido. Supongo que así el juego no caerá en la rutina, cazador.
-       ¿Cazador? – repliqué. No entendía ninguna de sus palabras, pero me hipnotizaba el timbre de su voz. Cantarina, suave, cristalina. Como el ronroneo de un gato.
Se rió con ganas, antes de bajarse de un salto del muro donde estaba sentada y acercarse hacia mí. Se puso de puntillas al pararse frente a mí, para que nuestros ojos se encontraran.
Y aquel sentimiento de nuevo, como si la conociera desde siempre. Sentía que la necesitaba y, a la vez, que debía odiarla. Pero no podía, ahora que la tenía de nuevo, la nostalgia desaparecería para siempre…
¿Nostalgia? ¿Qué nostalgia?
Mi cerebro también se había vuelto tan incoherente como el resto de mi cuerpo.
-          Alguien debe haberte limpiado los recuerdos. Divertido, sin duda, pero molesto. ¿Te educarán igual de bien esta vez que las anteriores? ¿Te enseñarán tu misión? – hizo una pausa y desvió la mirada hacia las estrellas. - ¿Serás capaz de llevarla a cabo después de tanto tiempo fallando? – Cerró los ojos. Su aroma me estaba embargando lentamente y el sentimiento de familiaridad me desgarraba las entrañas. – Búscame, cazador. Cuando sepas quién soy y por qué estas condenado a matarme. Por qué ambos estamos condenados.
De pronto, con un movimiento fulgurante, estrelló con violencia sus labios contra los míos mientras me sujetaba la nuca con una de sus manos. Parecía un beso dado con rencor. No lo entendía. Aunque ella aparentaba odiarme, con aquel contacto su cuerpo ardió de pasión. Lo pude sentir en todos los poros de mi cuerpo, que me pedían a gritos que la estrechara con fuerza y la mantuviera lejos del mundo. Que la salvara.
La apreté contra mí y me perdí en las caricias de sus labios. No quería pensar, puesto que nada de aquello tenía sentido. Jamás la había visto, pero era como si ella fuera, en realidad, mi vida. La razón por la que había vagado por el mundo veintiún años era encontrarla… de nuevo. Para no perderla una vez más, recé.
Ella se separó de mí con tanta precipitación con la que me había besado. Me miró a los ojos y pude ver que contenía las lágrimas dentro de ella. Suspiró.
-          Nunca debimos conocernos. Maldito sea el destino, siempre jugando con nosotros, seres incapaces de derrotarlo. Las parcas se creen con derecho a divertirse a nuestra costa.
Tampoco entendí ni una palabra de las que había dicho, pero me limité a quedarme en silencio. Quizá ella estuviera loca, pero una voz en mi interior me susurraba que tenía que despertar. Que Lyra me necesitaba.
-          Lyra… - susurré mientras ella se alejaba de mí.
Abrió los ojos, sorprendida. Y entonces sonrió lentamente.
-          No hicieron un buen trabajo. Solo bloquearon los recuerdos, no los borraron. Siguen ahí, dentro de ti. – Llegó hasta el muro y se detuvo para hablarme con seriedad. – Encuéntrate, Damian. Tienes que recordar quién eres, para que puedas cumplir el destino que se ha decretado.
-          Lyra, no te vayas – las palabras escaparon de mis labios. No sabía qué significaban, pero una parte de mí sí. Parecía que habían dos personas en mi cuerpo; yo, ignorante de aquella extraña realidad, y Damian, que conocía a la perfección a Lyra. Y la amaba con toda su alma, aunque eso le doliera más que el peor de los tormentos.
-          Cuando llegue la hora, cuando… recuerdes – titubeó y miró al suelo, visiblemente apenada – sabrás cuál es tu obligación. Y donde encontrarme. Hasta la vista, Damian. Te seguiré echando de menos.
Se subió al muro de un salto y avanzó hasta quedar en el borde.
Mi corazón rugió de pánico. Me acerqué un par de pasos a ella, pero mis pies se detuvieron sin razón alguna. Damian, la parte de mí que estaba bloqueada, había asumido un ligero nivel de control y me impedía caminar. ¡Pero tenía que salvarla, no podía dejarla suicidarse!
-          No… no saltes. Te matarás. – Susurré, con el temor abrumándome.
Ella se rió de nuevo y eso me aligeró el corazón. Entonces, elevó la vista al cielo estrellado y cerró los ojos, mientras extendía los brazos hasta formar la posición de la cruz. En aquel instante, comenzó a llover; apenas unas pocas gotas que vaticinaban una tormenta cercana.
-     Las chicas como yo somos muy duras de matar. Créeme, eso te será un problema. – Tras decir aquello, saltó.
Corrí hasta el muro, porque mis piernas se liberaron en el mismo instante en que ella realizaba su salto del ángel. Intenté visualizar su cuerpo cubierto de negro estrellado contra la acera, con la sangre formando un charco alrededor de su cráneo roto y la vida escapando con cada exhalación. Pero allí no había nada.
Nada.
Ni un cuerpo vivo ni uno muerto. Las calles estaban desiertas, iluminadas por la tenue luz de las farolas.
El chillido de un halcón me hizo levantar la vista. El ave se alejaba de allí con su vuelo rápido, agitando las alas como si su vida dependiera de ello. En apenas unos segundos, desapareció por completo, mientras la lluvia borraba cualquier señal de su existencia.
Me quedé allí parado mucho tiempo con las preguntas rondando por mi mente. Cientos de interrogantes. El más acuciante era la identidad de la chica y su paradero. Y cómo había logrado sobrevivir a la caída y desaparecer en apenas un segundo.
Al cabo de una hora, totalmente empapado y con la cabeza media ida, otra pregunta me invadió.  
¿Cómo era posible que hubiera un halcón sobrevolando la ciudad a esas horas de la noche?


Lo sé, lo sé. Me he pasado de largo, pero es que no podía dejarlo a medias. Maldito sea el destino. Hacía tiempo que no escribía nada de género fantástico y, joder, lo echaba de menos. Mi imaginación vuela mucho más libre cuando la realidad no impone sus restricciones y la magia puede flotar en el aire. Venga, hoy, por ser hoy, adjunto una canción, porque me siento... bien. Muy bien.
Quizá sea porque tengo la sensación de haber terminado un trabajo bien hecho. Me he subido. Pero de veras que me gusta este fragmento. Y Damian y Lyra, él perdido en su olvido y ella condenada a sus recuerdos. Ay, ya paro, que me alargo más con esto que con la historia (¡y eso que ya me he alargado bastante!). 
Una vez más, gracias por leerme. Espero que haya merecido la pena.

2 comentarios:

  1. ¿Qué haces durmiendo? Venga, escribe, escribe.

    Me ha encantadoooooooooooooo taaaaanto que me han entrado ganas de leer a Nix.... pero no, mejor no xD Está lejos de mí, para así no tener la tentación de levantarme.

    Bueno, que me encanta el relato, muy bueno lo del halcón eh eh eh eh cazadorita eh eh eh eh eh xDDD

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  2. Jajajajajajajajajaja Pues la verdad es que sí, estaba durmiendo :$ Como me conoces bandida :$
    La verdad es que este fragmento tiene un algo que me gusta mucho *-* Aunque no es de los mejores que he escrito (quiero decir, cohesión y todo eso) pero no sé. Me busta.

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